El eclipse es un instante en el que se unen la luz y la oscuridad. Puede entenderse como el cruce de opuestos pero también como la unión complementaria de estos. El ying y el yang de los orientales; lo bueno y lo malo de los indios americanos; el cielo y la tierra de los primitivos maoríes... O lo cóncavo y convexo con lo que soñamos. Instantáneas de un mundo perdido, utopías, logros y fracasos, dialogan en estas historias mínimas de esperanzas grandes.

jueves, 6 de mayo de 2010

La sabiduría inca

Una vez durante una charla con un biólogo peruano, me contó que junto a un grupo de antropólogos, ingenieros y urbanistas, trabajaba para ayudar a grupos indígenas a aggionarse a las nuevas tecnologías de producción y procesos de modernización, evitando que perdieran su rica cultura autóctona.
Me interesó la vocación y el trabajo del grupo interdisciplinario, y mi interlocutor avanzó en algunas precisiones. Y llegó el momento en que relató una anécdota muy particular.
Un día visitaron una comunidad andina que vivía a casi 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Donde el frío se mitiga con poncho y chuyo; la pureza del aire hincha con un ardor particular la tráquea hasta llegar al pecho; las escaleras de sembrado graban los cerros con tonos de mil colores; y el viento curte la piel de los lugareños como una lonja.
Luego de las observaciones de rigor, los especialistas pasaron a la acción. Trajeron tractores similares a los usados para mantener las canchas de golf en barrios lujosos. Y le enseñaron a cada familia cómo usarlos.
La explicación de fondo era simple. La máquina nueva le permitía producir más y de forma más rápida a cada familia en los rincones de cerros de difícil acceso. Así, podían desechar el arado mancera. Es decir, pondrían fin al sistema del hombre guiando un buey que tira una cuchilla que abre surcos en la tierra, y detrás la esposa va sembrando. Y cada familia produciría más y vendería más al mercado que estaba a kilómetros de ahí.
Conformes con su acción, los especialistas se marcharon. Volvieron a los seis meses. Y al llegar a la comunidad sus rostros no ocultaban el asombro: veían a los tractores enterrados a la vera del cerro.
El responsable del grupo fue a hablar rápidamente con uno de los delegados de la comunidad. Con tranquilidad serrana, el hombre le dijo lo siguiente:
“Nosotros vivimos por la tierra. No vivimos de la tierra. Y trabajamos en comunidad. Si usamos sus máquinas, cada familia pierde la posibilidad de cosechar lo sembrado por la otra y esta la posibilidad de ayudar a sembrar a otra. Defendemos la tierra y la comunidad. Perdón si hacemos mal”.
Biólogos, geógrafos, ingenieros y antropólogos se marcharon. Estaban seguros de no volver. No tenían nada que hacer ahí. Nada había que enseñar; sí mucho que aprender.

1 comentario:

  1. Esto me hace relfexionar...venimos a este mundo a encontrarnos los unos con los otros, todos tenemos cosas que aprender y que enseñar...
    Tenemos la TV prendida con el audio en off, la radio comentandonos las noticias segundo a segundo, el facebook y el msn on line...conectados con todos, con gente que conocemos y con gente que no sabíamos que existía...pero nos encontramos jugando al solitario...solos, como no puede ser de otra manera.
    A cada paso que damos, estamos enterrando la sabiduría de lo simple...los conceptos de eficiencia y eficacia, son el norte en esta vida...si es que a la existencia que desarrollamos día a día podemos llamarla vida...
    Todos somos Mr. Cellophane, miramos sin ver, escuchamos sin oir, pasamos de la existencia del resto, y el resto pasa de la nuestra...en lo único que somos exitosos es en perder...a eso vamos...hay que recuperar la simplicidad, y hay que hacer una diferencia en las personas con las que compartimos los momentos, y ser valientes, y permitir que ellos hagan una diferencia en la nuestra.

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