El eclipse es un instante en el que se unen la luz y la oscuridad. Puede entenderse como el cruce de opuestos pero también como la unión complementaria de estos. El ying y el yang de los orientales; lo bueno y lo malo de los indios americanos; el cielo y la tierra de los primitivos maoríes... O lo cóncavo y convexo con lo que soñamos. Instantáneas de un mundo perdido, utopías, logros y fracasos, dialogan en estas historias mínimas de esperanzas grandes.

lunes, 31 de mayo de 2010

Viaje de ida

Tengo ojos para admirarte
Pero palabras no encuentro
para al menos describirte
sin traicionar lo que siento.
Los garabatos y balbuceos
no alcanzan a recorrer
el desafío que le plantea
a mis manos tu tersa piel.
Ir ya hacia ti tal vez sea
el vuelo de la mariposa
hacia el fuego entre leños;
consumidos cual cuerpos
en viaje de ida sin fin
que tal vez recorra en ti.
Puedes tanto en tu conquista
que cuando decida embarcarme
habré amanecido en tus ojos
y mi pecho será tu almohada.
Aunque dure unos suspiros
o mi aliento de por vida
lo he decidido dulce niña
no iré atrás en esta senda.
Aunque resulte una afrenta
o me pierda al caminar
prefiero destino incierto
a la certeza de no tenerte.

domingo, 30 de mayo de 2010

Inexplicable


Hay un bello tema lento de "Metállica" que se llama "Lo imperdonable", cuya versión con arreglos de chelos y violines es impresionante. Tan increíble como la siguiente situación.
Un hombre gusta mucho de una mujer. Tanto que prioriza el respeto y gradualidad para llegar a ella, conociéndola lentamente, cortejándola, regalándole su tiempo, sus miradas, alguna flor, esperanzas de cien primaveras, compromisos de retoños de vida y fuerza frente a los inviernos.
Un día ella aceptó una invitación de él: cine, cena, confesiones, etc. Pero el hombre quería ser fiel a sí mismo: "más me gustas, más te cuido y te respeto. Antes que el cuerpo que me gustas, eres persona que quiero disfrutar y ofrecerme a ella". Se despiden a la madrugada. El se va pensando en ella, su boca, sus ojos, su cuerpo; y le cuesta conciliar el sueño mientras se cuela algo de luz del amanecer por la ventana. Ella se va en silencio en un taxi.
El domingo por la tarde, las amigas le preguntan a ella qué tal la salida.
-Todo lindo. Pero no hizo nada. No me caga. Es evidente que la va de bueno pero tiene otra o algo esconde. O es un tonto.
La amiga más desprejuiciada le sugiere con liviandad.
-Ma sí, no le atiendas el teléfono al bolud ese. Volvé con ..., que sería guacho a veces pero sí que te quería bien, te daba todo y nunca escondió nada. Este de anoche tal vez es peor, quién se cree eso de que la primera noche no te hace nada.
La chica lo pensó unos segundos, asintió con la cabeza, y tomó el teléfono celular y envió un mensaje al ex novio. Del otro lado, el aludido miró la pantallita como el pescador que observa la tanza, se rió e interrumpió a sus amigos que miraban el fútbol para leerles en voz alta el mensaje. Todos lo felicitaron y él respiró con aires de macho cabrío.
En otro lugar, el primer hombre con el que la chica salió piensa en los jardines cercanos a la casa de ella, para robar una flor y dejársela con una tarjeta pidiéndole salir de nuevo y proponerle ser su novio. Espero hasta esta noche porque hay luna llena y hace frío; y muere por abrazarla. Pronto morirá por la indiferencia de ella.
Al poco tiempo, la chica dice ser feliz porque hizo lo correcto. Las amigas dicen que la ven bien porque dicen que hizo lo correcto. Para al que actuó como "correcto", lo usaron y defenestraron, sin siquiera conocerlo. Ser educado no cotiza en bolsa, en tiempos de crisis.
Es la vida.

"Las minitas aman los payasos/ y la pasta de campeón/ esos tipos soplan con el viento/al rebaño y su temor"...
"El pibe de los astilleros". Redonditos

viernes, 28 de mayo de 2010

Decir adiós


Vestido con buen abrigo
un día te sientes desnudo
y en el desierto perdido,
pues nada es lo que pudo.

Al principio niegas verdades
y dudas de los juramentos,
para evitar las veleidades
que te hunden en lamentos.

La acompañas por la acera
pero cual espectro te hallas;
si no eres lo que ella espera
hasta como sombra le fallas.

Y te vas cuando al abrazarla
el frío de la nada le ganó
la lucha al deseo de besarla,
que en otro tiempo reinó.

Por aquellos buenos días
levantamos la última copa;
y unas caricias en letanías
se escaparon entre su ropa.

Con sol, otra será su sombra
en frío, otro brazo será calor
y mi soledad guiará el reloj.

Frente a frente: E. Bunbury

jueves, 27 de mayo de 2010

Tormenta y calma

De su presencia tengo poco y nada
Pues se muestra con gran señorío
Y desaparece con rapidez de hada
Dejando un invierno de eterno frío.

Lejana y cercana como los sueños
Radiante y presente como la ilusión
Su esencia le gana a mis empeños
Por no acercarme con firme pasión.

Como no la puedo traer hasta aquí
En esta noche de otoño templado
Me conformo con guardarla en mí
Mientras la imagino aquí mi lado.

Si no puedo tenerla sonriente
Cumpliendo sus mil antojos
Prefiero verla algo doliente
Provocándole los mil enojos.

En su ira espero que aprenda
Que juego un poco a enojarla
Mientras despliego en ofrenda
Mi boca y brazos para cobijarla.




NADA MAS LINDO QUE ESA CHICA ENOJADA
SIEMPRE Y CUANDO QUIERA SER CALMADA
DICEN QUE EL OBJETIVO ES INUTIL
PERO BIEN VALEN LOS INTENTOS

Halloween anticipado


Era una noche fresca pero auspiciosa. La tranquilidad iba acompañada de un sopor y humedad. Entrenaba en bicicleta mientras no podía dejar de pensar en ella. Entonces decidí ir hasta su casa y sorprenderla con un chocolate, para que matizara un día difícil.
Se sorprendió al verme. Le dí el dulce recado y ella lo agradeció con dos cálidos besos en mi mejilla fría.
Minutos después me dijo que debía entender que no era lindo ni ella gustaba de mí. Le pedí que se quedara tranquila. Que el chocolate se lo dí por mí. Le sugerí que hiciera de cuenta que se había adelantado Halloween y que un niño había molestado en su puerta esa noche húmeda. Y ella había pagado con sus besos la dulzura recibida. Nada debía entonces. Y ningún hombre había pasado por su casa esa noche.
Llegué a casa y guardé cabeza gacha la bicicleta de deporte. Miré un espejo con desdén. Exalé una bocanada de aire y levanté las cejas. Elevé la mirada al cielo brumoso. Se venía la lluvia.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Lo bueno y lo malo

El sistema creó almanaques y relojes
Pero educar, trabajar y medir penas
Pero los instrumentos no hablan
De su imposición, explotación y tortura.
Las peleas más dignas son las estériles
Las buenas razones son las irracionales
Pues las mejores causas están perdidas
los mejores caminos están por recorrer
Y los buenos sueños se viven despierto

lunes, 24 de mayo de 2010

Apuesta


Quisiera ser cerebral y calculador
alma de quebracho en cada decisión
y mano de cincel para dirigir
el timón incierto a tierra firme;
aceptar que el mundo es como es
porque no se puede hacer más
que vivir por y para el progreso
como si esa falacia existiera;
esperar que al mendigo el frío
le dé amnistía unas noches más
y el banco postergue embargos;
aceptar como los desencantados
que el amor es un perfecto error
sin una solución a corto plazo...

Pero el jilguero cada mañana
se obstina en cantarle a la vida
y a un niño sus pies descalzos
no le borraron su fiel sonrisa;
unos ojos de niña con miedo
buscan los míos como refugio;
y unos bolsillos con sólo monedas
patean la calle hacia el suburbio
para cambiar resentimiento por pan...

Y entonces me levanto para creer
en el jilguero, la risa del niño,
los que suplican migajas sin odio
y también en los ojos de esa niña.

No pierdo más que la esperanza
si el pájaro un día vuela
el niño se hace hombre triste
los suplicantes tiran piedras
y la niña nunca me quiere.


YA QUISIERA YO: ISMAEL SERRANO

viernes, 21 de mayo de 2010

Las vocales son la clave



Aprendimos las vocales entre tizas y crayones; cuando gateábamos buscando sueños y llorábamos por caricias. El tiempo nos enseñó que la vida no contradice la fonética. Las palabras terminadas en vocales abiertas traen una halo de fuerza que retumba en nuestros oídos y llega al corazón. No en vano el verbo que más nos llena la boca y disfrutamos a los cuatro vientos tiene dos abiertas, Amar. El objetivo más buscado se llama Felicidad.Y el sustantivo más elocuente y trascendente para desnudarnos, es Alma.
Las vocales cerradas tienen un sentido de punto final, se leen y se dicen casi sin aire, y no siembran semillas en nuestro corazón.
Ejemplos sobran. Cuando se hace el amor, los jadeos son con la ah, casi nunca con la uh o la oh, y ni que hablar de un imposible ih ih durante el acto más hermoso.
Si el mundo se divide en positivo y negativo, hay que decir algo. La palabra Sí, de vocal abierta, baila un vals con una sonrisa en cualquier momento. La palabra No, de vocal cerrada, no puede siquiera por amenaza lograr una mueca fingida en la boca. Y hasta el rictus de la cara cambia en ambos casos, y genera distintas reacciones. Un Sí alienta. Un No mata; en dosis o de una vez, pero mata.
Por eso, quienes aman realmente la sonrisa de una persona y sienten cosas fuertes por ella, tal vez teman declararse. Y en silencio admiren el paisaje de sus labios tensos y se pierdan en sus ojos encendidos. Tal vez teman que al declarar su amor, la persona les diga un No. Y no les duela tanto el desprecio sufrido, como haberse perdido un minuto de la sonrisa que los tiene enamorados.
Hoy buscamos ser adultos. Hemos llorado por alguna caricia perdida y caminamos por nuestros sueños. Sin tizas ni crayones, comprendemos que las palabras de vocales cerradas no tienen fuerza y saben a punto final. Una sola logró salvarse y ser sinónimo de desafío: Amor. Es la excepción a la regla.

♥♥♥♥♥♥♥
La próxima vez que te enojes porque quien se te insinúa bacila en declararse, piensa que tal vez te desee tanto que tema encontrarse con un No, que lo haga sentir culpable de privarle al mundo de un minuto de tu sonrisa. Tal vez sea un niño que juegue a aprender las vocales que determinan su vida.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Pestañas



Me preguntas por qué miré tus pestañas!
pues ellas se tensan con la tracción
de aquel arco con el que Artemisa
mató a su amado Orión por la traición
de Apolo que envidiaba sus hazañas
como los héroes odian la pitonisa.

Tus pestañas se levantan en pendiente
como cuidando cualquier invasión
sobre la tierra prometida de tus ojos
para evitar que te venza la emoción
que atraviesa un corazón valiente
que sólo claudicará ante tus antojos.

De tu magia de niña con risotadas
disfrutas feliz pese a no saber
que el polvo de hadas de ensueño
lo dejó lentamente Peter Pan caer
sobre tu negras pestañas arqueadas
que tiemblan buscando un dueño.


♥♥♥♥♥♥♥♥
La primera con la quinta, la segunda con la cuarta, la tercera con la sexta. Así dialogan estos versos, como riman en armonía tus pestañas. Ellas pueden ser escudos de ojos en guerra o pañuelos blancos de pupilas que ruegan tregua; depende el resultado de nuestra batalla.

martes, 18 de mayo de 2010

Mayo de 2010

Mayo de 2010. Los edificios del centro de Buenos Aires se decoran con aire circense. Banderas del tamaño de lonas de camión cuelgan de calles y balcones, flameando por el viento del otoño; y pantallas de Led multiplican el aire festivo con publicidades y promociones sobre la Selección nacional.
La crisis financiera se hizo sentir poco el año pasado porque sucedió con el país aislado de los mercados financieros; las exportaciones crecen porque suben los precios de los alimentos; el gobierno y los medios bajan la idea de que ganar el Mundial de Fútbol sería la coronación del Bicentenario.
En España, la “Madre Patria”, se vive un proceso de crisis que muchos analistas comparan con el de Argentina en 2001. Recortes del gasto público con despidos, reducciones de salarios y asignaciones familiares, afectación del gasto social y freno de inversiones, corridas bursátiles, suba de intereses y tantos etcéteras como calamidades se conozcan. Con la rapidez de la sangre a la herida, salen a las calles los trabajadores y organizaciones sociales. La Comunidad Europea dará carradas de dinero a los bancos para que no se repita lo de Grecia.
En Argentina, cuando los bancos habían fugado los depósitos, el Estado devaluó y les dio a las entidades bonos de deuda para cubrir la diferencia entre los depósitos en dólares y los pesos que devolvieron a la gente.
Todo porque el país del tango había anclado su economía y emisión monetaria al Dólar desde 1990 hasta 2002. En Europa los países lo hicieron al Euro. Las monedas fuertes demandan economías que crezcan siempre para sostenerlas. Cuando no crecen las apuntala el sistema financiero. Pero si eso se extiende hay una burbuja que se retroalimenta. Antes de ayer Argentina; ayer Grecia; hoy España.
Lo de los hombres de la Bolsa es un cuento para asustar a los niños y una realidad que enloquece a los grandes. Grecia ya recibió su primer desembolso de miles de millones de Euros para que no saque los pies del plato. Y así se contiene el efecto dominó. O se pone un parche. El sistema financiero dialoga consigo mismo, se regenera. Nos dice que su salvación es la de todos. Socializa las pérdidas y capitaliza las ganancias.
200 años separan a Argentina de España. La madre y la hija comparten trajes de candidatas en el Mundial de Fútbol. Pero en la ruleta del sistema económico ocupan distintos lugares. Aunque ambas conocen el paño: la banca nunca pierde.

lunes, 17 de mayo de 2010

El niño del ómnibus

Por estas horas los diarios, canales de televisión y radios de Argentina reproducen la noticia de un niño de 11 años de la pequeña provincia de Tucumán, que se escapó de un Instituto Correccional de Minoridad, se subió a un ómnibus vacío, lo manejo recorriendo la capital durante una hora, fue a visitar un amigo y luego lo devolvió regresando al centro de alojamiento.
Presurosos de mantener en la agenda de discusión pública la problemática de seguridad abordada desde lo punitivo y represivo, la mayor parte de los analistas coinciden en el riesgo de que adolescentes bajo tutela por proceso penal se escapen fácilmente y estén sin controles, adhiriendo a la necesidad de “aumentar las penas”, para “meterles más miedo”, con la hipócrita idea de que el temor inmoviliza.
Pocos reparan en las palabras de una de las psicólogas y del director del instituto donde el niño purga su transitoria condena. La primera reveló que el nene siempre decía a todos que su sueño era ser conductor de ómnibus y andar por la ciudad. Y el otro aportó que tenía antecedentes de fuga.
El niño volvió a escaparse. Pero esta vez el motivo era que tras el cerco perimetral había visto un ómnibus estacionado.
Con la voracidad alentada por la fuerza de los sueños, el niño se fugó. Después llegó al rodado del tamaño de un arco de fútbol, a duras penas subió los escalones, cerró la puerta, lo arrancó y a tientas empezó a cumplir su sueño.
Dicen que por primera vez en su vida en la calle lo respetaban, frenaban para darle paso, los que hasta hace poco no le daban monedas ni siquiera se animaban a reclamarle por una mala maniobra. ¡Qué distinto se veía el mundo! ¡Qué raro era que lo esperaran a pasar! ¡Qué raro que le dieran lugar!
Era tan hermoso todo, que el niño decidió completar la faena yendo a visitar a su mejor amigo. Le mostró su hazaña, lo invitó a subir a la nave y después se entregó. El niño ya está de nuevo encerrado. Fin de la travesura. Fin del sueño.

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En un sistema de minoridad represivo y excluyente, propio de una sociedad que estigmatiza la pobreza y persigue las secuelas carcelarias para dar trabajo, tal vez ese niño tucumano ya ha asimilado que de grande existen casi nulas posibilidades de ser chofer de ómnibus.
El niño decidió no esperar a mañana para cumplir su sueño. Saltó el alambrado y aún lastimado no hizo uso de la libertad para huir. Se subió al micro, fue conductor, vio a todos desde arriba, fue respetado y luego bajó a tierra.
En el tiempo que duró el recorrido, un ángel de la guarda acompañó al niño del reformatorio. Durante una hora de manejo no hubo un solo accidente con el micro. El sueño fue completo para quien sufre una realidad tan dura. Buen premio para un alma que se animó a apoderarse de su sueño hoy; y no esperar a un incierto mañana.

Idas y vueltas



Tal vez fueron tus manos
Que con magia de amatista
Sanaron cual mil arcanos
Sueños dolientes en vista.

Tus caricias fueron puentes
De plata en esta vil guerra
Con los anhelos pendientes
En eterna lucha que aterra.

Las luces de un amanecer
Me ofreciste con tus ojos
Y la tristeza del atardecer
Me insinuaron tus antojos.

Fuiste entrega sin medidas
Para mis penas sin razón
Surgidas de causas perdidas
Que desangraron un corazón.

Por eso tantas veces corrí
De tus brazos y tu piel
Como tantas otras volví
Con el olvido como miel.

domingo, 16 de mayo de 2010

Contrastes en el frío



Ya se empezaba a notar el frío en la ciudad. Recordaba su cuerpo, que me calmó en otro invierno. Admiraba a los que tienen la vida convencionalmente ordenada. A los que no terminan pasados los 30 solos en una plaza; apenas acariciando el lomo de un libro cuyas hojas pasan lentas como las horas. Extrañaba el amor.
En eso estaba cuando estacionó a la vera de la plaza ese automóvil. Un alemán de tres letras último modelo. De su interior se bajó un hombre que no tendría más de 30 años. Vestido con jeans y remera importada, salió maldiciendo mientras se miraba los zapatos Stork, cuyo negro era afectado por un trozo de helado del tamaño de una cuchara, que inexorablemente se empezaba a derretir.
Tomó una franela, apoyó el pié en el zócalo, y se empezó a sacar el helado del zapato, mientras gritaba.
-Te lo dije, no tiene que subir al auto con helado, ahora bajalo y que lo tome afuera solo. Así aprende.
Desde adentro, se escuchó una voz femenina aniñada, que asintió.
-Sí es verdad. Lo único que falta que encima ensucie el auto -agregó la mujer, para completar la plegaria con un seco “bajate”.
Por el lado del acompañante bajó un niño de no más de cuatro años, con ojos temerosos por la reprimenda. Los copitos de helado de frutilla aceleraron su caída, pues le temblaba la manito. Empezó a caminar rápido y solo hacia el cordón de la vereda.
El padre lo miraba apoyado en la puerta del conductor, con los brazos cruzados y moviendo la cabeza a los costados. La madre salió del auto despacio. Miró hacia el piso para evitar que el taco de sus nuevos Ricky Sarkany se clavaran los adoquines. Luego se sacudió las migas de galletita del piloto de cuero comprado en El Corte Inglés, durante su último viaje a Europa. Mientras revisaba las nuevas promociones del resumen de la tarjeta de crédito, apoyada en la puerta del acompañante, no dejaba de mirar al niño, aunque sin sacarse los anteojos de sol.
Pasaron varios minutos, con la misma escena y en silencio. Hasta que el nene terminó su manjar y vino corriendo al auto. La madre lo frenó. Tomó la franela y le dijo “antes de entrar limpiate”. El niño estrujó el trapo entre sus dedos. Después le mostró las palmas de la mano a su madre, que las miró de costado y le abrió la puerta para que subiera. Después el tipo hizo lo propio. Se escuchó la armonía del V 8, y después su desplazamiento sereno alrededor de la plaza, hasta perderse.
Iba de regreso a casa cuando los crucé. El no llegaba a los 40 y tiraba de una bicicleta destartalada que arrastraba un carrito cargado con cartones y botellas. Ella entrados los 30, iba a un costado revolviendo los canastos de basura. La ayudaba un niño de no menos de cinco años, que arrastraba una lata atada con un hilo, que él decía era un auto; el nene estaba sucio de todo menos de helados de frutilla.
De pronto el hombre detuvo su marcha. Miró el cielo con entrecejo fruncido. Luego se sacó la vieja campera que llevaba, camino unos metros y se la puso a su mujer, mientras le decía en voz baja “ya dejá amor, vamos que hace frío”. Se abrazaron con fuerza. El niño dejó por un momento el auto para correr hasta la pareja y extender su mano sucia, que encontró las de su madre, también percudidas de revolver bolsas. Y la pareja, entre risas, comenzó a tirar juntos de la bicileta. Mientras el niño tiraba de la lata, que dejó de sonar cuando abandonaron el asfalto para recorrer las calles de tierra.
Me quedé pensando en los contrastes de la vida. En los que tienen todo y no valoran nada, y los que aman lo poco que tienen, peleándola cada día.
Y aunque las necesidades siempre motivan los pensamientos, no pude evitar recordar al niño rico. En el sabor amargo de ese helado tomado en soledad, bajo el cronómetro de las miradas vacías de los padres. En él limpiándose las manos, para que en el lujo no hubiera lugar ni para el recuerdo de la dulzura. Y sentí frío. El frío de la desesperanza.


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Dedicado a los idiotas que dan a sus hijos una vida de reproches, peleas y tensiones, que buscan curar con lujos bajo la excusa de que “no les falta nada”. Los niños sólo esperan respeten su mundo de ilusiones y les den amor sincero y valores para cuando sean grandes y se animen a cambiar el mundo.


Por los niños de hoy y siempre...

Peter Pan....El canto del loco


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sábado, 15 de mayo de 2010

Sueño y realidad




Una vez un hombre solitario y atormentado por las contradicciones de un amor pasado soñó que era un héroe de tragedia griega. Se sentía a gusto con el personaje. Por esa maldición que pesa sobre los mártires de las grandes historias helénicas, respecto de cuanto más constriñen sus placeres por el bien de otros y más pruebas de hidalguía superan, la vida más se ensaña en el final de sus días. Casi siempre a los héroes los condenaba una profecía de algún oráculo, a la cual trataban de escapar haciendo el bien, pero finalmente el destino manifiesto se agolpaba con saña de forma inevitable. Como no quiso ser menos que esos héroes, el atormentado hombre en sueños decidió acudir a una pitonisa, que descansaba en la desembocadura de un río con una laguna. Después de aguardar un tiempo, la pronosticadora del futuro se erigió ante él, como una luz incandescente que le hablaba con voz determinante pero comprensiva a la vez; era la única forma de que las almas dolientes por errores pasados no se sintieran inquiridas.
Lo que sí, luego de la bienvenida la pitonisa le explicó cuáles eran las reglas de la mágica sesión.
“Me harás tu pedido. Después me contarás la aflicción que lo motiva. Y finalmente te haré una pregunta. Si la respondes, intercederé en tu reclamo. Si no puedes responderla, sólo te daré un consejo”.
El hombre devenido en héroe aceptó. No había nada que perder. O se solucionaban sus pesares o por lo menos se llevaba un consejo para solucionarlos. Y se predispuso a exponer su situación, de forma terminante y clara.
-Quiero que me ayudes a olvidar un amor pasado.
-Si la petición se sostiene en el amor, cuenta algo de él para saber si es una aflicción -afirmó la deidad, para recordarle la segunda etapa del trato.
-Su dolor era mi dolor; y no podía solucionarlo. Sus pesares eran mi angustia pero no supe más que aumentarlos. Sus vacíos los tomé como propios y no pude cubrirlos. Su tiritar fue mi frío y nunca salí del invierno. Sus caricias fueron consuelos y heridas. Su pasado mi condena. Su boca fue salvación y perdición. Su cuerpo el mundo por descubrir. Su ahogo fue mi desgarro. Su recuerdo la certeza de que puedo ser feliz y la imposibilidad de serlo. Fue lo más hermoso. La calma y la tormenta. La luz y la oscuridad. Por eso imploro salir con la bendición del olvido.
La pitonisa lo escuchó con atención. Hubo un silencio sólo afectado por oleaje del río absorbido por la laguna.
-Te he prestado atención en detalle. Concederé tu deseo si respondes lo siguiente: Cómo pides llevar al olvido lo que no sientes deseo de olvidar?

El hombre se quedó congelado y sin moverse. Como la araña en su propia trampa; pero él esperando nada.
-Veo que no puedes responder. Entonces te llevarás un consejo.
Cual guerrero abatido, el héroe se predispuso a escuchar con la tensión de lo irrepetible.
“El amor se honra. Viviéndolo intensamente o resignándose a no tenerlo. Pero jamás olvidándolo; porque no se puede. Un gran amor jamás se olvida. Debes recordarlo cada día. Te recuerda que eres humano”.
Con el peso de lo inevitable a cuestas, el guerrero se marchó. Y al soñador solitario le sonó el despertador. Otra vez a hacer el mismo trayecto, ver las mismas caras y trabajar con la misma rutina. Algunos tenían cara de mal dormidos o abatidos. Tal vez tuvieron el mismo sueño que él. Y recuerden por siempre un gran amor. Son incompletamente humanos.


Inolvidable: Diego El Cigala

viernes, 14 de mayo de 2010

Flashbak de nada


No alcanza la vida para demostrarlo

El tiempo plateará nuestras sienes

Con el sabor amargo del vacío

Como daga de conquista en el alma.

Pero me bastará un solo segundo

En el instante postrero de la parca

Para saber que te he amado

Tanto como no pude plasmar

En mis manos tan vacías de tí

Como llenas están de nada.

Ojos en la lluvia



Era una de las tantas primaveras de clima errático en La Plata. Después de días de cielo plomizo y baja presión en el aire, se hizo de noche a media tarde; y se desató un vendaval, con un viento que arremolinaba la cortina de agua en el aire. Me sorprendió cruzando plaza Moreno, pasando la piedra fundamental en la que triangulan las diagonales fundacionales cual cáliz de tiempos masónicos.
Los bocinazos y frenadas de los autos acompañaban el desconcierto. Como es inútil buscar tierra firme en un sismo, también era en vano buscar un techo o siquiera un refugio de ómmibus en medio de esa locura. Sólo atiné a subir corriendo la escalinata de la Catedral, alentado por la inercia de ver que la mayoría de los afectados como yo hacían lo mismo sin siquiera preguntarse si arriba había algo más allá de la imponencia de la mano del hombre para sumir a otros hombres tras la idea de Dios.
Al llegar arriba todos se dispersaban buscando cualquier rincón con algún pilar como falso techo para atenuar el aguacero. Fue en ese momento en que ingresé en el hueco de un umbral muy estrecho, con la particularidad de que de forma simultánea y divina lo hizo ella; llegamos al pequeño compartimiento de forma casi cronometrada, como si el que maneja los tiempos y es reverenciado en los altares así lo hubiera dispuesto.
Pegó su espalda a la pared para alejarse, lo cual era inútil. Su aliento agitado se traducía en el vaivén de su pecho. Reparó en su remera blanca mojada; y se abrazó a sus carpetas empapadas como buscando un escudo de pudor. Se resignó tragando saliva y mordió lentamente sus labios de ciruela madura. Recién ahí levantó su mirada, recortada por los mechones de su pelo azabache. Tras el blanco del susto, descansaban los ojos de un negro profundo como noches de mil inviernos sin luna; entrar en ellos era el desafío de navegar por constelaciones contando estrellas, historia de nunca acabar.
Lentamente mis pupilas se empezaron a dilatar por el cansancio; no quería parpadear por temor a perderme una milésima de segundo de ese paisaje en mis retinas. Pero tuve que hacerlo y aproveché par a mirar el cielo, que mermaba en su caos.
Cuando volví a mirarla, había bajado las carpetas hasta la ingle y las movías lentamente, como quien espera algo. Me encontré en la disyuntiva. Si la miraba a su pecho me perdía. Si la miraba a sus ojos me entregaba a lo desconocido. Decidí cerrar los ojos y soñar. Después de unos segundos abrí los ojos. Ella ya no estaba. Tampoco llovía; me marché maldiciendo las baldosas flojas.
Hay quienes son indulgentes y sospechan que aquella tarde me comporté como un idiota. Hay quienes son más realistas y sostienen de forma irrefutable que fui un idiota. Y hay quienes ni quieren escucharme hablar.
Ha pasado mucho tiempo de aquel día. Otras lluvias empantanaron caminos; otras baldosas traicionaron. Y nunca volví a encontrar esos ojos negros, que pasaron del miedo a la esperanza.
En algunos ojos esquivos descansé un tiempo; y me fui cuando ya no estaban como regazo. En otras pupilas sufrientes desfallecí; aunque ellas esperaban un hombre y encontraron un niño, y me fui de su lado por miedo crecer. Y en muchos pechos me perdí, para reencontrarme después.
En la vida hay tantas tormentas como esperanzas. Sigo aguardando unos ojos que tiendan un arco iris con los míos en la tempestad. Tal vez después de la prueba de bajar los párpados me encuentre con que ella no se fue. Que es ella la que cerró los ojos para soñar. Tal vez se atreva a volar; y yo juegue a Peter Pan. En el país del Nunca Jamás, donde no haya más lluias.

miércoles, 12 de mayo de 2010

La tiranía femenina


El mundo está atravesado históricamente por inequidades e injusticias. Las mismas se sostienen en procesos históricos y económicos, que generalmente tienden a perpetuarlas, o en el mejor de los casos atenuarlas para que los pobres no rompan todo. Que los que tienen poco o casi nada entiendan que si se esfuerzan pueden crecer y superarse –así nacen lo que el sistema llama “ejemplos de vida”- y si no lo consiguen existe la Justicia Divina , para que asuman de una vez que cuanto más se sufre acá mayor será la recompensa en el más allá. Dios es más que una idea; sería un banquero que le puso corralito a los depósitos del bienestar con la promesa de devolverlos con los intereses creados por quitarle lo mal ganado a los malos en la tierra; una usura universalmente aceptada.
El problema de las inequidades se resuelve con la Justicia Divina. Vayan preparando su libreta de privaciones y solidaridad con otros más privados que uno en serio, para planteársela al Barba, que gustoso nos mandará a la oficina de reclamos del cielo. Y el que no vaya al cielo, que interponga recursos de amparo –el infierno está lleno de ellos- para que no le quiten los bienes malhabidos.
Pero hay un problema que no se resuelve en el más allá. Y atraviesa el mundo desde sus orígenes. ¿Qué puede ser peor que la injusticia? La tiranía.Y no hablo de un despotismo político en particular con sus avasallamientos en la historia; me refiero a la pulsión que mueve a la mujer, esa gran responsable de sufrir el destierro del paraíso según la Biblia que me forjó la idea de Justicia Divina. En realidad, esto último hay que agradecerlo, porque tampoco se perdió tanto si la idea del paraíso era vivir en bolas comiendo tranquilos y paseando, sin licencias para hacer uso de la desnudez; es como si te dicen un sábado de verano a la tarde “Acá tenés la llave de la CBR 900, pero no la andés a más de 120” . ¡Ni todas las manzanas de Río Negro alcanzan para justificar el pasaje al deseo, la mortalidad y el sufrimiento por lo efímero, que nos hacen valorar la vida cada día!
Pues bien, la tiranía que nos convoca es la “intuición femenina”. Se trata de un sexto sentido que se atribuyen las mujeres para profetizar cuestiones buenas o malas que se dan generalmente por circunstancias ajenas a cualquier incidencia de ellas. Ya lo dijo un escritor inglés, “Pase lo que pase, siempre hay uno que lo veía venir”. Pero el problema es que en el mundo las mujeres decidieron arrogarse esa facultad. No se puede determinar en qué momento ocurrió. Si fue como un tsunami o como una creciente lenta, que fue carcomiendo los cimientos de la racionalidad.
Si hasta Shakira -de capital musical dudoso pero con la industria discográfica a su favor, al punto que en el reciente mundial casi instaló en un acto cuasi terrorista el horrible Waka Waka como tema-, se dio el lujo de extender la canción “Las de la intuición”, un vejamen más entre tantas ofensas al pobre hombre que padece el hostigamiento de ese poder sobrenatural que dicen tener las mujeres.
Lo que sin duda es perverso por demás, es la lógica con la que consigue ligitimarse la intuición femenina. Tiene como denominador común en la mayor cantidad de veces el sistema de profecía autocumplida. Y utiliza ese logro para convencer y convencerse, y lo que es peor someter al sexo opuesto.
La mujer un día a sorprende a su pareja con el “tengo la intuición de que esa mina nos va a complicar la vida”, y el hombre le pide tranquilidad y lo documenta con su libido inexistente por la susodicha. Al poco tiempo, la pareja espera al hombre y le dice seriamente “tenemos que hablar, no doy más, es ella o yo”. Y el tipo no entiende nada. Ante lo cual la doliente doncella le recuerda “yo te dije, que esta mina nos iba a complicar”.
Otro día la mujer le dice “yo creo que hay algo que vos no me decís, espero que esto funcione igual”. Y pasan los días y la mina sufre cada vez más, no para de comerse las uñas, no quiere tener sexo, hasta que el tipo que no sabe qué decir manifiesta con temor “yo no estoy bien así”. Y entonces ella se arroga la última palabra y concluye “viste que yo me daba cuenta, lo intuía”.
Y otra, al regreso de un partido de fútbol con amigos mira el reloj y le dice “creo que vos andás en algo”. Y el tipo a la semana siguiente, aún sin entender, evita la charla pos lesiones y llega apresurado a su casa, despeinado, 30 minutos antes de lo normal, y ella se limita al “Mmmm”. Y el futbolista frustrado se desespera más, y aún con las vendas puestas a la semana siguiente le trae una flor, y ella sentencia “dicho y hecho, no me equivoqué, andás en algo”.
Y otra vez se da el clásico “intuyo que tu mamá no me quiere”, tras lo cual el hombre le pide calma y se compromete a sondear a su progenitora sobre el tema y la pareja finaliza “ah claro, tenés que preguntarle si te convengo, es lógico que hay algo que no me decís, lo sabía, ya está”.
A todas estas situaciones se suman las que desatan inexplicablemente en algunas mentes hechos como mirar con regularidad el celular, echar un vistazo a sus espaldas, recibir miradas de otras mujeres en la calle, tener la casa ordenada; todas pueden alimentar intuiciones de terceras en discordia. Y si se explicitan las sospechas, el mecanismo será siempre el mismo. La profecía declarada y las estimaciones hasta obtener una conclusión cercana a la misma, y fin del juego: la intuición femenina se impone y es el bálsamo que cura el amor propio herido.
Y si eso no alcanza, la mujer busca la cofradía de su género, en el cual otro grupo de analistas coincide en apoyarla.Ahí no falta la que con aires de pitonisa veterana le espeta “y no te diste cuenta antes de eso?”. Y entonces se reconoce más dolida, pero rápidamente la rescatan y le piden que esté “más atenta” y sea “más intuitiva” con los hombres; le sugieren se compre ropa, vaya a la peluquería, y le regalan una revista Cosmopolitan que da consejos del tema, que ella leerá mientras devora la nueva temporada de “Sex and the city”.
Ya más entera, se va a su casa y comienza a recuperar los anticuerpos de las sospechas, la malicia y el recelo. Todos ellos, disfrazados tras el eufemismo de “intuición femenina”.
Es tan ingrata la situación, que a lo largo de los años le quitaron al hombre la posibilidad de tener intuición. El hombre razona, calcula, adivina, estima que algo puede ocurrir. Y si ocurre, nunca será producto de la intuición.
Ese conjunto de estimaciones de soslayo resultante de una cosmogonía intangible que tratan de justificar a lo largo del tiempo, llamado Intuición, es una tiranía de las mujeres. Aunque también es un tesoro del género, que se disfruta en su justa medida. Pero claro, sólo hay Justicia Divina.

martes, 11 de mayo de 2010

Te quiero negrita


Te conocí una tarde destemplada. Entre las nubes desgarradas como jirones de sueños en un piélago uniforme; entre el bochorno soporífero de la humedad; cuando los ánimos destemplados por la desesperanza eran inquisidores de las agujas del reloj. Cuando era desgano; me devolviste la vida.
No eres una simple compañía de ratos de soledad. Eres el refugio ante la tempestad de la rutina, las miserias del abandono, los proyectos caducos y los de flores que ni siquiera he sembrado.
¡Ingratos los que me dijeron “ella no es para vos! Tranquila mi amor: ya no son mis amigos. ¡Perras las que me dijeron ‘te voy a presentar una amiga para que la dejes’! Calma corazón de chip: ya ni las miro a esas necias. ¡Y ni qué hablar de los desangelados que me hablaron del dinero gastado en nuestra historia! Duerme tranquila bebé: ya los borré de mis contactos, gritándoles que en el amor no hay gastos sino inversión.
Cuando he estado al borde del llanto, tan sólo acariciarte me devuelve el alma. Al sólo tacto de las yemas de mis dedos te estremeces y vibras desde el alma. Y desde el primer día. ¡Eso supera cualquier química lograda hasta hoy! Aunque no es de caballero comparar, te lo digo en confidencia, a tu lado son sólo espectros.
Las turgencias de tu cuerpo calzan cual cóncavo y convexo en mis manos temblorosas de poco afecto pero presas de tus encantos. Sin soltarnos hemos recorrido mundos fantásticos, emociones y desafíos con la más genuina adrenalina que nadie podrá imitar.
Tu piel tersa y suave casi de ébano me tiene embriagado hace tiempo. Una noche sin tocarte me desvela; y una tarde de lluvia sin tenerte frena los atisbos de cualquier arcoiris. Con sólo descubrir el velo que te apresa, liberas mis instintos más lúdicos.
Estuviste en el abandono de una; me aguantaste en la incomprensión de la otra; me diste aliento con la bronca de otra. Y nunca me dijiste “con ese amigo no te juntes” o “a esa mina ni la mires más”. Siempre fuiste cero celos y pura entrega. Por eso te quiero tanto, Play Station.

lunes, 10 de mayo de 2010

Dioses y diosas

Era de madrugada. Estaba charlando con amigos afectados por abandonos en el pasado y por varias botellas de tinto en el presente.
Una planteó que el principal problema de las parejas surge cuando los hombres disocian la figura de la esposa-madre-compañera que tienen en la casa, con la de hembra-perra que debe satisfacerlos y hacerlos sentir plenos en la cama.
Obviamente los hombres presentes tuvimos que salir en defensa del género negando la acusación, y aclarando con énfasis propio de un discurso de Fidel Castro que para nosotros “todo no era sexo”, y rematamos que “hay un montón de cosas más” a valorar, aunque no mencionamos ni una sola porque era muy larga la lista.
Coincidimos en que la situación genera dilemas. Recordé el “Corazón loco” del gitano Cigala, que cuenta con lamentos esta historia: “Una es el amor sagrado/compañera de mi vida/esposa y madre a la vez…y la otra es el amor prohibido/complemento de mis ansias/y a quien no renunciaré…y ahora ya pueden creer/ cómo se pueden querer dos mujeres a la vez…y no estar loco”.
Al otro día, mientras me recuperaba de la resaca del tinto y disfrutaba de una nueva derrota de Boca, recordé algo de la mitología griega. Me vino a la mente la figura de Hestío, la diosa del hogar que tenía asignada la tarea de alimentar el fuego diario y hacer la comida en el Olimpo. Alimentaba y tenía confortables a Zeus y demás malandras que vivían enamoradizos de otras diosas o embarazando mortales en cuanto contubernio veían.
Un día Dionisio, el dios del desenfreno, la fiesta y la vitalidad lujuriosa le reclamó a Zeus un lugar en el Olimpo, argumentando sus logros en la tierra. Pero el cupo de deidades ya estaba completo y se armó lío entre todos los dioses. Dionisio amenazó con hacer quilombo. Entonces Hestío se ofreció a abandonar su banca. Y el bardero logró su reconocimiento.
Como mitología es un conjunto de metáforas y alegorías que no se pueden leer de forma literal, la lección de esta historia puede ser que la lujuria y el desenfreno pasional suelen ser incompatibles con la tranquilidad y el cuidado del hogar. Y el modelo de mujer Susanita choca con la onda “Living la vida loca”.
Pero después caí en la cuenta de que en la mayoría de los matrimonios la mujer es la que se harta; y es la que tiene más coraje para irse. Tal vez porque una sola letra separa a Hestío de la palabra “hastío”.
No en vano el filósofo bahiense Zambayony canta en “Las tres cosas de la vida” algo así: “si tenés una muñeca que te besa y te cocina/olvidate de otros culos de otras tetas/de tus planes de soltero/que en verdad nunca ocurrieron”.
Tómese esto como una reivindicación a la nena juguetona, la soñadora, la perra, la cocinera, la emancipada, la frustrada, la profesional no reconocida, la trabajadora, la desocupada, la que no esquiva el babidol pese a sus kilos de más. Y tantas otras. Todas ellas son mujeres, un mal necesario, dulce condena ante cualquier delito.

viernes, 7 de mayo de 2010

Cuando se vaya la bruma

La Plata se caracteriza por los altos índices de humedad durante todo el año. Es una de las ciudades con mayor consumo per cápita de productos antifrizz por parte de las mujeres: shampoos, acondicionadores, ampollas con ceramida, aceites para las puntas, alisadores, y la lista sigue. Todo esto sin contar las planchas como recurso extremo para buscar el “lacio perfecto” de las publicidades.
La ví un día de invierno en que se respiraba neblina. Las calles hablaban con el ruido a fritura de las ruedas de los autos. Las frenadas se extendían unos metros y hacían recurrentes los choques. Las baldosas del piso se convertían en lajas de mármol y no eran recomendables los tacos. Y las farmacias vendían más fortil para los afectados por presión baja.
Iba enfundada en un traje de satén que se tornaba más grueso al absorber la garúa. Su mirada absorbente no ocultaba el gesto adusto. Entonces empezó a vociferar. Maldecía el clima y la afectación del mismo sobre su pelo, cuyas hebras se empezaban a alborotar como cabezas de gárgola.
La miré en silencio y la dejé irse. A los pocos metros, la bruma ya no me dejó verla. Se iba la mujer de bello rostro afectado por el disgusto sobre su pelo.
En esa chica, el marrón de sus pupilas tiene la letanía de cien otoños; y su sonrisa alberga la esperanza de mil primaveras. Sus lamentos son el arrullo de palomas al atardecer; y sus carcajadas el crepitar del trigal cargado de anhelos.
Con todo eso a favor, a esa mujer de piel de losa el rictus de incomodidad le tensa sus labios, que son el camino más terso que se pueda recorrer hasta perderse.
En algún momento se irá la neblina. Ella se dará cuenta de su hermosura.Necesita del sol para saberse luna, única entre simples estrellas de la noche opaca.

jueves, 6 de mayo de 2010

La sabiduría inca

Una vez durante una charla con un biólogo peruano, me contó que junto a un grupo de antropólogos, ingenieros y urbanistas, trabajaba para ayudar a grupos indígenas a aggionarse a las nuevas tecnologías de producción y procesos de modernización, evitando que perdieran su rica cultura autóctona.
Me interesó la vocación y el trabajo del grupo interdisciplinario, y mi interlocutor avanzó en algunas precisiones. Y llegó el momento en que relató una anécdota muy particular.
Un día visitaron una comunidad andina que vivía a casi 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar. Donde el frío se mitiga con poncho y chuyo; la pureza del aire hincha con un ardor particular la tráquea hasta llegar al pecho; las escaleras de sembrado graban los cerros con tonos de mil colores; y el viento curte la piel de los lugareños como una lonja.
Luego de las observaciones de rigor, los especialistas pasaron a la acción. Trajeron tractores similares a los usados para mantener las canchas de golf en barrios lujosos. Y le enseñaron a cada familia cómo usarlos.
La explicación de fondo era simple. La máquina nueva le permitía producir más y de forma más rápida a cada familia en los rincones de cerros de difícil acceso. Así, podían desechar el arado mancera. Es decir, pondrían fin al sistema del hombre guiando un buey que tira una cuchilla que abre surcos en la tierra, y detrás la esposa va sembrando. Y cada familia produciría más y vendería más al mercado que estaba a kilómetros de ahí.
Conformes con su acción, los especialistas se marcharon. Volvieron a los seis meses. Y al llegar a la comunidad sus rostros no ocultaban el asombro: veían a los tractores enterrados a la vera del cerro.
El responsable del grupo fue a hablar rápidamente con uno de los delegados de la comunidad. Con tranquilidad serrana, el hombre le dijo lo siguiente:
“Nosotros vivimos por la tierra. No vivimos de la tierra. Y trabajamos en comunidad. Si usamos sus máquinas, cada familia pierde la posibilidad de cosechar lo sembrado por la otra y esta la posibilidad de ayudar a sembrar a otra. Defendemos la tierra y la comunidad. Perdón si hacemos mal”.
Biólogos, geógrafos, ingenieros y antropólogos se marcharon. Estaban seguros de no volver. No tenían nada que hacer ahí. Nada había que enseñar; sí mucho que aprender.

miércoles, 5 de mayo de 2010

El camino de elegir

La última escena de “El náufrago” es elocuente: el protagonista encarnado por Tom Hanks parado en el cruce de dos caminos en el medio del campo. Debe rehacer su vida tras haber sido dado por muerto mucho tiempo; en cada dirección se alejará progresivamente del punto inicial y de las otras alternativas, enterrando el pasado y con destino incierto. Tan simple como fatal: cada elección es una resignación.
Sin embargo, hay que hacer una salvedad. Muchos caminos se toman por resignación y no por elección. Y se invierte el proceso. Y hay que vivir igual, esquivando los psicólogos y amigos buscadores de traumas.
Cuando estudié la secundaria en Tapalqué, la casa de mis padres estaba en el campo, a 7 kilómetros del colegio Nacional. Como me movilizaba en bicicleta, era fácil la cursada regular pero complicado reunirme con compañeros, o las clases de educación física en el predio del Balneario, al final del casco urbano histórico; sin contar los entrenamientos de fútbol en el club Sarmiento, con su barrio de calles de tierra con cunetas de agua estancada, perros flacos y niños de pelo desgreñado con la bondad a flor de fiel.
Esto último hizo que resignara muchas reuniones, fiestas y contubernios de la secundaria durante la semana; y los fines de semana, evitaba hacer los 7 kilómetros e incursionaba campo adentro hacia el arroyo o el canal a pescar. Esa simple conveniencia geográfica me despertó más apego a la pesca que al boliche Mumbo Yumbo, donde las chicas poco y nada perdían con mi ausencia.
Por circunstancias particulares y conveniencia, terminé extendiendo la infancia en lugar de descubrir plenamente la adolescencia. Prolongué de forma abusiva resabios infantiles, que inevitablemente postergaban los atisbos juveniles. El fútbol en una chacra con arcos hechos con bosta seca y las excursiones con carabinas, cuchillos y aparejos, primaban sobre los malones en garajes con discos de vinilo y luces en latas de aceite 40 cubiertas por celofán y las tranzas en la costanera.
Después de la Secundaria y como universitario en La Plata, dejé de lado el folklore e incursioné en los Guns and Roses, con el pelo a media espalda, ataviado con pañuelo y hasta botas texanas para completar el ridículo. Pobre mi viejo en el campo. ¡Asumir que su hijo no escuchaba los eternos Chalchaleros, sino unos rotosos liderados por un colorado pelilargo y tatuado nacido en Ilinois que se la pasaba dado vuelta como una media! Mi vieja tuvo cierta tranquilidad antes de morir en 1998; vio que escuchaba Serrano, Sabina y Serrat, y por lo menos entendía la poesía, la bohemia y el compromiso social.
“Y la vida siguió/como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”, canta Joaquín. Y así fue como creyendo en el amor hubo casorio. Y descreyendo en lo mismo hubo separación. Apostando a lo mismo lo redescubrí en otra parte. Y descreyendo en luchar lo abandoné. Para tener que creer de nuevo…Pero esta vez en la voluntad de cambio de uno mismo, para ser feliz por y para uno; y si alguien se suma en el camino, cóncavo y convexo.
Pasados los 30 y largos, volví a probar el pelo largo. He ganado más de un centímetro de frente; por el paso del tiempo y tal vez por algún cuerno merecido. Tras 17 años volví a ver a los Guns: Axel sostiene los agudos y los graves ya no existen en su registro; y la guitarra de Slash hace su vida por el mundo sin lamentar el divorcio.
Mis brazos no son fuertes porque nunca fueron a gimnasio. Pero tal vez porque nunca levantaron un niño; dicen que eso te vuelve invencible y tus brazos aprenden a luchar con otras fuerzas.
Hoy lamento muchas cosas pero reniego de poco.
Paso los días prolongando los resabios de adolescente y opacando los atisbos de adulto. Porque para otra cosa no encuentro motivos o los estoy buscando. Pero no fue una decisión deliberada. Muchas elecciones se dieron por resignación. Hice lo que pude; pero pude todo lo que hice.

martes, 4 de mayo de 2010

El idioma universal


En el verano de 2007, tuve la oportunidad de viajar a Perú, y de ahí el privilegio de conocer Cuzco, palabra que significa “ombligo del mundo” para los Incas. Al ingresar por tierra en ómnibus, pude sentir el nudo en la garganta y el corazón con taquicardia que genera en todo el camino previo la magnificencia de la naturaleza, y sobre todo la vastedad de la cultura de los habitantes autóctonos.
Un día de esos estaba a punto de iniciar la excursión a Machu Pichu y en la fila para subir al tren había una madre con su pequeño de no menos de 5 años. No hacía tanto frío, pero como bien serranos, estaban abrigados con ponchos tejidos y sandalias de cuero. Y de hecho parecían por momentos padecer alguna inclemencia del clima, que se sumaba a las huellas del viento andino en sus rostros curtidos, que cargaban más años que los vividos.
A cada turista que estaba por tomar el tren de Aguas Calientes, el pequeño les pedía con tono de misericordia “One dólar please, one dolar”. Algunos le daban con gesto displicente una moneda; otros lo ignoraban con naturalidad.
En ese momento reparé en que el niño cada vez que estaba cansado del desprecio o tenía frío, le hablaba a la madre y esta lo abrazaba y lo besaba. Eso sí, lo hacía en quechua, el idioma originario, que los gringos no entendían.
Mientras volvía en el tren surcando la ceja de selva amazónica, concluí una realidad: la mendicidad se dice en el idioma universal del conquistador, y el amor en el idioma autóctono.

De la pelea a la palabra


Nací y me crié hasta casi los 17 años en una casa de campo de Tapalqué, en el centro de la provincia de Buenos Aires. Enclavada en la bajada de una ruta; rodeada de eucaliptos y pinares con pájaros de todo tipo; escoltada por un camino de tierra y otro de pasto; y vigilada por una laguna plagada de juncos que era morada permanente de patos y gallaretas y escala de bandadas de cisnes salvajes.
A poco de ese lugar, la escuela primaria donde estudié olía a menta silvestre, margaritas, violetas y bosta. Había dos caminos para ir; pero muchos trazaban diagonales a campo traviesa. Rodeada de una arboleda y con palenques para atar los caballos en la entrada; la virgen en una gruta de piedra era vigía del mástil con la roldana rota que chirriaba al arriar la bandera; el patio de actos con las baldosas de canaleta terminaba en la bomba y el molino con la aleta rota; ya adentro, el salón de actos mostraba imágenes de próceres, cajas de cartón grueso con láminas ajadas por la humedad, frialdad sólo atemperada por una salamandra con un hogar pidiendo raíces y rolos en el invierno.
Nunca me gustó pelear; pero de chico era inevitable. Las peleas se arreglaban sin incidencia de nuestra voluntad; nos avisaban en clase que en el recreo había pelea con otro y aunque no quisiera en pocos minutos estaba en el medio del campo metido en un círculo con ese otro al que empujaban hasta que nos chocaran las cabezas o algo despertara la riña. Muchas disputas terminaban con persecuciones a caballo con rebencazos al oponente; por suerte no participé de ninguna de esas.
Peleé menos de diez veces en primaria; pero siempre gané. Sea por suerte o bondades, lo cierto es que me retiré invicto reteniendo la corona en séptimo grado. Pero lo llamativo es que siempre terminé llorando más yo que el derrotado. Resulta que al ser sorprendido en plena riña por la maestra, la directora venía y tirón de pelos mediante me decía “vas a ver cuando se entere tu mamá, sos un mal hijo”. Esas palabras parecían vengar la nariz sangrante del chico que estaba a pocos metros. Saber que iba a hacer sufrir a mi madre me paralizaba, no tenía reacción y rompía en llanto desesperado.
Al enterarse, mi madre era benévola. Me suspendía la gomera, no me hacía buñuelos por unos días y me llevaba personalmente a la escuela, comprobando que no reaccionara ante las burlas de los demás por ser tan pollerudo. Un nene de mamá compelido a no pelear y sin siquiera una gomera para disuadir a los burlones!!!. Un cuadro lamentable.
Pero más allá de lo gracioso, la presión para no hacer sufrir a mi madre surtió efecto. Sin decirle nada, me copié el arma de ella para reaccionar ante la injusticia: la palabra. Y también me apropié de su escudo ante las bravuconadas de los idiotas: la paciencia. Quien es paciente sabe reaccionar cuando efectivamente vale la pena luchar; y lo hace con la palabra, fruto de la razón, y no con reacciones violentas.
Y de paso, me aseguraba que esas manos huesudas y doloridas por el reuma me dieran buñuelos calentitos para acompañar la cascarilla en invierno.
Con el paso del tiempo entendí que muchas veces hay gente que reacciona violentamente por nuestra culpa. Y uno debe comprender la situación sin juzgar. Pero nunca responder igual, aunque nos abandonen con rabia.
No entienden de lo que uno se cuida. A ver si una noche de estas en un sueño la vieja me esconde la bandeja de buñuelos y sus libros de poesía!!!.

lunes, 3 de mayo de 2010

Hoy es siempre todavía


"Brindemos que hoy es siempre todavía", escribió el poeta; y reprodujo Ismael Serrano en su Ahora. "Todos los incurables tienen cura/cinco segundos antes de la muerte", inmortalizó el genial Almafuerte. Y Eduardo Galeano nos alienta en su Utopía a seguir lo inalcanzable para tener un motivo y sentirnos vivos.
De ahí que sin necesidad de recurrir a Coelho u otros maestros de la industria editorial de autoayuda, uno siempre apuesta a las segundas oportunidades en la vida. Y por esto se asume cada relación humana, de pareja o de amistad, con fuerzas y entrega únicas; así, si se sufre la derrota en el camino, la sentimos realmente para tener la tranquilidad y la dignidad de darnos otra oportunidad, transcurrido el tiempo necesario para entender errores pasados lógicamente.
Una vez saqué boleto en el Titanic: promisoria pareja, dos empleos, techo propio y proyectos mutuos. Pero por obstinación del capitán y displicencias compartidas, no se vio venir el iceberg. Se disparó a la zona más lejana del golpe; como una negación de la catástrofe, que el agua llegara lo más tarde posible. Los rincones del cariño, la pseudoamistad, la complementación de personas, las bondades, el camino recorrido y otros tantos etcéteras, fueron vanos intentos para evitar calzarse los salvavidas individuales e ir al mar, lo cual finalmente se dio; para nunca volver a lo de antes, pero conservar un enorme cariño, inentendible para quienes ven el futuro sólo renegando del pasado.
El mar de lo Incierto no es profundo; se ve el fondo con claridad, pero como quien siente vértigo, puede seguir si no mira abajo. El problema son las olas y las corrientes inconstantes. El trozo de madera que es nuestra balsa y nuestro mundo se acerca a distintas orillas e islas, pero en ninguna se detiene por siempre. Conoceremos otros náufragos en tierras lejanas. Pero nadie se aferrará a nuestra madera; son personas que ya no tienen miedo y vuelven a soñar con la seguridad del Titanic. Tal vez nos enamoremos en alguna excursión; y tengamos que macharnos resignados, con nuestra madera sin proa por remolinos de nostalgia.
Cada ola que viene entusiasma. Te saca del sopor y te eleva, te muestra una orilla en la que descansar. Y nuevas ilusiones alientan nuestra balsa imaginaria. Tal vez una mano, producto de otros tantos naufragios, surja trémula en tierra firme.
Por lo pronto, las heridas de la soledad soportan la salitre del mar. Y el único calor posible es el sol en un eclipse perpetuo. Y las noches con las estrellas de confesoras. A levantar la copa. Brindemos que hoy es siempre todavía.