El eclipse es un instante en el que se unen la luz y la oscuridad. Puede entenderse como el cruce de opuestos pero también como la unión complementaria de estos. El ying y el yang de los orientales; lo bueno y lo malo de los indios americanos; el cielo y la tierra de los primitivos maoríes... O lo cóncavo y convexo con lo que soñamos. Instantáneas de un mundo perdido, utopías, logros y fracasos, dialogan en estas historias mínimas de esperanzas grandes.

miércoles, 5 de mayo de 2010

El camino de elegir

La última escena de “El náufrago” es elocuente: el protagonista encarnado por Tom Hanks parado en el cruce de dos caminos en el medio del campo. Debe rehacer su vida tras haber sido dado por muerto mucho tiempo; en cada dirección se alejará progresivamente del punto inicial y de las otras alternativas, enterrando el pasado y con destino incierto. Tan simple como fatal: cada elección es una resignación.
Sin embargo, hay que hacer una salvedad. Muchos caminos se toman por resignación y no por elección. Y se invierte el proceso. Y hay que vivir igual, esquivando los psicólogos y amigos buscadores de traumas.
Cuando estudié la secundaria en Tapalqué, la casa de mis padres estaba en el campo, a 7 kilómetros del colegio Nacional. Como me movilizaba en bicicleta, era fácil la cursada regular pero complicado reunirme con compañeros, o las clases de educación física en el predio del Balneario, al final del casco urbano histórico; sin contar los entrenamientos de fútbol en el club Sarmiento, con su barrio de calles de tierra con cunetas de agua estancada, perros flacos y niños de pelo desgreñado con la bondad a flor de fiel.
Esto último hizo que resignara muchas reuniones, fiestas y contubernios de la secundaria durante la semana; y los fines de semana, evitaba hacer los 7 kilómetros e incursionaba campo adentro hacia el arroyo o el canal a pescar. Esa simple conveniencia geográfica me despertó más apego a la pesca que al boliche Mumbo Yumbo, donde las chicas poco y nada perdían con mi ausencia.
Por circunstancias particulares y conveniencia, terminé extendiendo la infancia en lugar de descubrir plenamente la adolescencia. Prolongué de forma abusiva resabios infantiles, que inevitablemente postergaban los atisbos juveniles. El fútbol en una chacra con arcos hechos con bosta seca y las excursiones con carabinas, cuchillos y aparejos, primaban sobre los malones en garajes con discos de vinilo y luces en latas de aceite 40 cubiertas por celofán y las tranzas en la costanera.
Después de la Secundaria y como universitario en La Plata, dejé de lado el folklore e incursioné en los Guns and Roses, con el pelo a media espalda, ataviado con pañuelo y hasta botas texanas para completar el ridículo. Pobre mi viejo en el campo. ¡Asumir que su hijo no escuchaba los eternos Chalchaleros, sino unos rotosos liderados por un colorado pelilargo y tatuado nacido en Ilinois que se la pasaba dado vuelta como una media! Mi vieja tuvo cierta tranquilidad antes de morir en 1998; vio que escuchaba Serrano, Sabina y Serrat, y por lo menos entendía la poesía, la bohemia y el compromiso social.
“Y la vida siguió/como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”, canta Joaquín. Y así fue como creyendo en el amor hubo casorio. Y descreyendo en lo mismo hubo separación. Apostando a lo mismo lo redescubrí en otra parte. Y descreyendo en luchar lo abandoné. Para tener que creer de nuevo…Pero esta vez en la voluntad de cambio de uno mismo, para ser feliz por y para uno; y si alguien se suma en el camino, cóncavo y convexo.
Pasados los 30 y largos, volví a probar el pelo largo. He ganado más de un centímetro de frente; por el paso del tiempo y tal vez por algún cuerno merecido. Tras 17 años volví a ver a los Guns: Axel sostiene los agudos y los graves ya no existen en su registro; y la guitarra de Slash hace su vida por el mundo sin lamentar el divorcio.
Mis brazos no son fuertes porque nunca fueron a gimnasio. Pero tal vez porque nunca levantaron un niño; dicen que eso te vuelve invencible y tus brazos aprenden a luchar con otras fuerzas.
Hoy lamento muchas cosas pero reniego de poco.
Paso los días prolongando los resabios de adolescente y opacando los atisbos de adulto. Porque para otra cosa no encuentro motivos o los estoy buscando. Pero no fue una decisión deliberada. Muchas elecciones se dieron por resignación. Hice lo que pude; pero pude todo lo que hice.

1 comentario:

  1. Si estoy de aceurdo contigo Edu "Hice lo que pude; pero pude todo lo que hice" y eso que todavía me quedan 10 años hasta los 37 para el arrepentimiento de los caminos no tomados. Pero..¿sabes que? Me quedo con el mío, no me gustan los cruces. A pesar de mis jodidos 27 años me he dado cuenta que aunque llueva y sea un asqueroso lodo este sendero, o fragoso e intransitable al parecer en algunas ocasiones mis piernas están aquí y tienen muchas ganas de seguir caminando, sola. Quien te dice que algún día alguien tome mi mano y me diga ¿Te acompaño?
    Y tengo mis alitas y mis letras para volar siempre a donde quiera, vos también no permitas jamás que las recorten o quieran borrarlas!

    Besotes

    Gaby

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