Al viejo le dolían los huesos;
sus rodillas flacas y espalda curva
arrastraban setenta inviernos largos;
en su niñez supo poco de amor
y en su adultez fue entrega total
con responsabilidad y valores.
Por eso con lo que le quedaba
de fuerzas antes del último viaje
me demostró lo que es pelearla
aunque sólo espere la parca
abrumado en nada y nostalgias.
Desde ahí si en cuatro paredes
purgo condena a mi soledad
o en sábanas frías la recuerdo
pronto me rebelo con la rabia
del amor entendido en lucha
para buscar revancha en ella
sepultando los llantos de niño
hasta cumplir sueños de hombre.