El eclipse es un instante en el que se unen la luz y la oscuridad. Puede entenderse como el cruce de opuestos pero también como la unión complementaria de estos. El ying y el yang de los orientales; lo bueno y lo malo de los indios americanos; el cielo y la tierra de los primitivos maoríes... O lo cóncavo y convexo con lo que soñamos. Instantáneas de un mundo perdido, utopías, logros y fracasos, dialogan en estas historias mínimas de esperanzas grandes.

domingo, 27 de junio de 2010

Despedidas



Por decisión de vida, pregono el amor entre dos personas desde la gradualidad del conocimiento mutuo, los escarceos e idas y vueltas de expectativas cruzadas; así, hacer el amor es la consagración del encuentro de dos personas y no la mera canalización del deseo e intercambio de fluidos corporales.
Mitad por sentimentalismo cliché y mitad por influencia de los libros de Corín Tellado que devoraba mi madre mientras hacía labores de costurera, defiendo los finales de las historias de amor que albergan cierto histrionismo, como paraguas de recuerdo de lo idílico frente a la tormenta que se avecina.
Así fue como luego de que mi segunda ex novia me dejara por otro a través de una carta -vivía en un pueblo distante a 50 kilómetros del mío-, decidí responderle con la misma moneda, con una misiva tan lacrimógena y emotiva como mi vuelo poético de adolescente sin barba me lo permitía. Sabiendo que el correo había hecho su trabajo, viajé al pueblo de mi ex amor y fui al boliche bailable esperando verla, para constatar si estaba con quien ella decía amar o había acusado recibo de mis palabras.
La ví entre el humo, el láser y las luces de neón. Me acerqué con andar fingido y la saludé cordialmente con un beso en la mejilla, al igual que a su amiga. Al seguir caminando ella me extendió la mano por lo bajo y se la saqué.
A una cuadra del boliche escuché su voz entrecortada, acompañada por los tacos corriendo. Me pedía que habláramos. Le dije “ya me dijiste todo y lo entiendo”. Y agregué: “si una cosa queda por pedirte, es que seas feliz”. Y nuevamente me extendió la mano. Entonces le expliqué que debía irme pues mis amigos se marchaban en auto. Me dolió esta última mentira, pues andaba solo y sin dinero para el boleto en ómnibus, y tuve que esperar tirado en un banco de la plaza que amaneciera para “hacer dedo” a un camionero que me llevara en su vehículo hasta mi pueblo.
Que me quedaron cosas pendientes? Sin duda. Que hubiera estado bueno escucharla? Tal vez. Que ella me siguió buscando durante mucho tiempo? Lo sé. Pero igual, siempre me gustó el final histriónico y novelero que pude darle a esa historia adolescente. Me quedé con los besos a escondidas en una esquina sin luz y calles de tierra; con el ruego a los policías de una comisaría para que me dejaran dormir en la peluquería así podía quedarme un día más a verla a ella (si no tenía dinero para ir en bus menos para alojamiento); con su renunciamiento a fumar porque se había enterado a mi no me gustaba y tal vez me daba asma; con su mano extendida para darme la última razón...
Supe al poco tiempo que esa noche y otras tantas había terminado borracha y llorando lo que consideraba su error. Pero igual iba a estar con quien amaba para que la consolara. De nada servía un humilde servidor de versos sueltos, flores robadas y caricias tercas.
Pero con el transcurso del tiempo y la adolescencia agonizante, he entendido que casi siempre son imposibles los finales armados con hidalguía pese al dolor. He sufrido y he dado finales a historias de amor una noche sorpresiva en un monoambiente desolado, en una plaza, en un escalera, en un pasillo, en el estribo de un ómnibus, en una clase, en un automóvil... Y lo que es peor: muchos finales se dieron sin que nos diéramos cuenta cómo, cuándo ni dónde; y hay que aceptarlos cuando creemos ni siquiera haber intervenido en ellos.
Comprendí que las circunstancias no pueden ser elegidas y los escenarios armados. Que en definitiva, el proceso después del final siempre es el mismo. Uno debe quedarse con lo bueno vivido juntos. Y no arrepentirse de cada paso dado. Agradecer haberla conocido. Y desearle sea feliz. Como a aquella chica de la carta. La de la mano extendida. La misma mano que tomó otra persona para darle amor. Pues la vida sigue. Sin finales armados sino tan caóticos e incumplidos como los sueños.

Un final ideal? El de esta dulce rola

Y al final (Enrique Bumbury)

jueves, 24 de junio de 2010

Niña mujer herida


La fuerza del mar termina en espuma de orilla
que dura en la playa como promesa de verano
para desgranarse con la brisa sin dejar huella.
Así eres tú, niña sin tregua y mujer sin paz
asumes las veredas como campo de batalla
las plazas como escenario de mil estrategias
y las luces de neón como bendición sagrada.
Te muestras hacia fuera cual roble en tormenta
al que los vientos sólo curten y no hacen mella
pero por dentro eres como el diente de león
al que tan sólo una brisa le cambia el mundo
y una caricia furtiva que se va lo deshace.
Con tus ojos negros juegas a mostrar fuego
donde se consumen vanidades sin tiempo;
pero en tus pupilas ausentes de delineador
descansa el calor que pocos pueden ver
de tu corazón frágil jugando a escondidas
entre piedras que lapidan tu alma de niña.

miércoles, 23 de junio de 2010

Naufragio


Crucé el puente que recorres de noche
sumida en el vértigo de tu soledad
con el pecho lleno de tanto vacío
y manos temblorosas como hojas.
Ya nadé el mar donde naufragaste
con brazadas al aire del abandono
miradas de espanto ante la nada
y desesperación frente a lo incierto.
Ya pisé el desierto por donde vas
dejando huellas de pies y rodillas
en pos de un oasis que no existe
si no te atreves a mirar adelante.
Ya miré las estrellas de luz perdida
entre bruma espesa como lágrimas
que se coronan en tu noche eterna.
Ya viví tu taquicardia sin consuelo
ante invencibles tiempo y distancia
que abren heridas como dientes.
Tanto sé de tí corazón doliente
que puedo ver caminos a recorrer
por tu alma plagada de llagas
y predecir el arcoiris que espera
cuando la tormenta haya cesado
y otros brazos te den cobijo
y otros labios la primavera

domingo, 20 de junio de 2010

Miradas eternas



Las miradas son importantes porque es lo último que uno se lleva de las personas. Después del abrazo, los lamentos, la alegría, las vacilaciones, verdades a medias o mentiras edulcoradas...sólo quedan las miradas. Uno lo entiende cuando no tiene más a su lado a las personas que quiere.
Un día un llamado telefónico avisa la muerte de tu madre y en horas tienes que besar por última vez el cuerpo que hasta hace pocos días te dio calor entre risas. Otro día, otro llamado te avisa que debes viajar a despedir de la misma forma a tu padre, cuando hasta hace poco ibas a hacerle de comer, darle calor e higienizar una casa muy grande para un viejo solo en el campo.
Por negación a la muerte o por conveniencia para seguir adelante, uno cumple el ritual y llora. Y un montón de brazos nos apoyan el hombro. Hasta que uno entiende que llorar más es por el egoísmo de no tener con nosotros a esas personas. Y como los gitanos en su saeta, uno decide no cantarle al cristo en la cruz y a la muerte, sino al milagro de la vida. Se queda con las sonrisas, los abrazos, las miradas, las complicidades, la ayuda y valores que nos dieron esas personas en vida.
Por eso tragando saliva y apretando las mandíbulas uno va a limpiar por última vez la casa donde nació. Horas interminables. Lo que fue el hogar más cálido está helado como la muerte. En cada rincón se despiden recuerdos y se rompen abrazos de imágenes; manos invisibles muestran juguete perdidos; paredes descascaradas levantadas a mano hablan de esfuerzos que nos trajeron hasta aquí.
Con desesperación y arrebatos de llanto termina la limpieza. La vieja bomba que da el agua más rica nos invita a lavarnos la cara y las manos. Ultima mirada a los viejos galpones y los montes que nos enseñaron a ser Tarzán. No hay más interrogantes; sólo certezas. A salir gritando un “gracias” que rompe el nudo en la garganta.
Pero las gracias vacías no tienen destinatario más que la tierra y el aire. Entonces hay que acudir al recuerdo de imágenes de miradas. Mi madre preguntándome qué cocinar, yo sugiriendo algo y la ayudaba, mientras ella reía recitando poesías. A esa mirada va el agradecimiento. Ya sin la vieja, mi padre con su rostro feliz al ver cómo le cocinaba algo o lo ayudaba a enllantar ruedas de carros. A esa mirada va el agradecimiento. Gratitud a los dos.
Esas miradas permanecerán siempre. Inquisidoras a veces; comprensivas otras; cariñosas muchas; y en aliento siempre. Porque si la vieja costurera escribió en una poesía que “la distancia no es ausencia”, su hijo hoy se toma una licencia para decirle que “la ausencia no es distancia”. Y los dos están tan cerca como antes. Tan cerca como siempre.

Soledad, cruz y corona de espinas



En el jardín de las flores sin aroma y secas de mentiras, él le entregó rosas de color verdad, que embriagan con su perfume fresco como el amanecer. No la aduló pero la elogió con justicia y le objetó actitudes con decoroso fundamento. Le contó sus temores y desafíos por resolver, mostrándole las heridas que le hicieron y confesando las que provocó.
En el altar de lo profano que rinde culto a lo trivial y el deseo de cuerpos, él sacó la cruz de la soledad ya sin clavos; y hasta jugó con los rastros de sus estigmas en las manos. Le mostró un camino posible. Un horizonte tras las nubes rojas de invierno. Le aclaró que el sendero podía recorrerlo con él o con quien su corazón quisiera; pero jamás sería posible hacerlo sólo con su sombra.
Ella dejó pasar algo de tiempo. Minutos eternos como los remordimientos. En suspenso como la neblina de las cuentas pendientes. Y con su mirada perdida en el vidrio empañado como sus pupilas, dijo:
“Sos lo que siempe busqué. Pero llegaste tarde. Hoy tengo muchos problemas y sentimientos sin resolver. No te merecés sufrir commigo. Sos un sueño. Y apenas puedo con mi realidad como para atreverme a soñar”.
La sinceridad descarnada de esa mujer doliente y bella era algo ausente en estos tiempos. Por esto, él sin conocerla tuvo deseos de comenzar a amarla aunque ella no quisiera. Si él tenía las huellas de la cruz de la soledad, ella cargaba una corona de espinas en su alma. Y debía sacársela y sanar sola con el tiempo; como él supo desclavarse de la cruz de la soledad para asumir sus estigmas.
Ellos tal vez no vuelvan a encontrarse más. O se hallen por el mismo camino pero se desencuentren. Son la cruz y la corona como sombra en los corazones; un eclipse sin fin de sábanas frías, mesas vacías y jardines marchitos.

miércoles, 16 de junio de 2010

Abajo los analistas

No estudian pero ejercen su rol con profesionalismo de letrados. No se perfeccionan pero trazan análisis con la perfección de compás y escuadra. No se sabe cómo se reproducen. Pero proliferan cada vez más. Se trata de los analistas de la vida. Aquellos que a todo le buscan una explicación racional o un trasfondo.
Para estas personas tan especiales, si algo es difícil de dilucidar o las cosas no cierran, se conjetura, se proyecta, se estima, se calcula en base al sentido común, etc. Y finalmente se concluye una hipótesis cerrada y con firmeza, de carácter inapelable.
Vayan algunos ejemplos para comprender la dimensión de la situación.
Un hombre le cuenta a un amigo analista de la vida sobre un acercamiento que tiene con una joven bella, cautivante y madura a la vez. “Lo que pasa que si es muy chica para vos viste, mentalmente tarde o temprano se te va a complicar para armar una familia, son chicas difíciles”. Luego de sembrar la duda, el riguroso se va y el soñador siente que le han “tocado” el barco en la batalla naval de la vida.
Al poco tiempo el mismo hombre le cuenta a su amigo que conoció una mujer grande, bella y con hijos. El analista de la vida le dice “y eso tiene más color, pero fijate que si ya tiene hijos, separada, no quiere saber más nada con una familia, es difícil”. El observador se va y el soñador siente otra bala en la proa de su resentida flota.
El hombre al que le jaquearon sus últimos movimiento se cree con autoridad de preguntarle al analista sobre su vida personal. La creía consolidada y con proyección de familia como él predicaba. Llamativamente, el analista le dijo “no yo estoy ahí con la flaca, y familia ni en pedo”.
El soñador se sintió idiota y por momentos quiso responderle con la clásica frase “Y ahora me lo venís a decir”, inmortalizada por Juan Peruggia, el galancito en decadencia que personifica Gastón Pauls en la tira “Todos contra Juan”.
Mientras mascullaba bronca frente a los que analizan o juzgan la vida de los demás para no preguntarse si son felices en la propia, el hombre decidió dejar de lado a sus amigos y pensar en el sexo opuesto.
Piensa en la chica que le gusta. Ella llevaba casi seis días sin responderle mensajes de texto, chat ni e-mails. El se asumió olvidado y decidió dejar de molestarla. Entonces ella le pregunta si está “raro”, cuando quien lo ignoraba era ella.
Piensa en la persona que no olvidará, que le reprochó un regalo por el supuesto “significado” o “símbolo” que tenía, y en el cual él no había reparado, y que le hacía mal a ella.
Entendió que las dos tenían una dosis de razón en increparlo. Pero a su vez, había hecho lo correcto en ambos casos. Lentamente iba comprendiendo que estaba ante otro tipo analistas de la vida, aunque sin una actitud tan grotesca como la de su amigo. Se trata de aquellas personas que en cada gesto encuentran un significado o símbolo, y si no lo tiene, lamentan la inocencia de quienes hicieron el gesto pero no pueden perdonar, pues las conclusiones son inmodificables como suma algebraica.
Si a cada relación de pareja hay quienes la tratan de ubicar en moldes de conveniencia y racionalidad sostenidos en estereotipos que ni ellos se creen; si a cada distanciamiento obligado le buscamos una explicación que no sea lo hecho por nosotros mismos; si en cada regalo hay símbolos subliminales; si a cada error ajeno muestran con suficiencia que ellos saben lo que quieren; si en cada paso debe haber un camino decidido. Se olvidan de que una pareja es una pareja, y no un medio para cumplir mandatos sociales o herencias familiares. Que caminar es hacer camino y no recorrer huellas que fijan otros. Que la única condena aceptable en el sistema de penas del mundo, es la condena a ser libre. Y que nos brindamos con ojos cerrados si no analizan nuestros gestos; pero si cada paso merece una explicación, nos cegarán en la entrega.

sábado, 12 de junio de 2010

Riqueza pobre

Hombres o mujeres, da igual. Pobres las personas que no saben que son lo que valen. O entienden valer lo que llevan puesto o el costo de los lugares que frecuentan. Se cocinan en su salsa de ignorancia. Disfrutan las caricias de sus prendas caras y son felices cruzando ojos de deseo pero esquivando miradas sinceras. No saben hablar, apenas balbucean el diccionario del lujo vacío. Disgustados porque se descoce una costura de su tapicería pero desatentos a los dolores que los desgarran.
Tienen todo y lo muestran rindiendo tributo al reino de la nada. Jamás entenderán que "el lujo es vulgaridad", como dicen los Redondos.


Para saber más, "Chicos de plástico", de Ricardo Arjona

viernes, 11 de junio de 2010

Imágenes



Transcurrimos la vida preguntándonos si el amor existe. Y mientras tanto, no nos damos cuenta de que por ahí lo vivimos, pero en nuestro empeño en ponerle preguntas a todo no lo disfrutamos. En nuestro afán por creer que somos más inteligentes cuantas más dudas sembramos sobre el mundo, también llegamos a ponernos felices poniendo en duda lo que sentíamos; y hasta nos apoyamos en nosotros mismos para justificar el miedo a vivir, arriesgar cerrando etapas para comenzar nuevos caminos.
Por eso cuando un domingo por la tarde la soledad golpea nuestra puerta y nos interpela, no tenemos respuestas sobre una historia acabada del amor y por ende menos explicaciones. Sólo tenemos fotografías, momentos movilizadores e imborrables, postales de la inconclusión, instantáneas de lo que pudo ser.
De ese juego aleatorio de imágenes que no nos abandonarán nunca, vaya una foto.

♥♥♥♥♥♥
No había suite presidencial de hotel sino una carpa en el camping que se sacudía con la brisa de verano. No había mesa de Luis XV con vino importado, sino una cerveza de litro haciendo equilibrio en el pasto.
No estaba el río Sena con sus leyendas centenarias o una dársena de Puerto Madero, sino el río Uruguay picado que ronroneaba con la voz de las piedras arrastradas a la orilla.
No había caballos ataviados con recados de plata y oro sino perros flacos y amigables recorriendo las orillas de los fogones y canastos de basura buscando restos de comida.
No había caviar ni sushi sino panes de miga y fetas de fiambre repartidos y vigilados para que no los agarraran las hormigas.
No había vecinos de vestido largo y trajes a medida en el lobbi, sino pescadores, amigos y amantes furtivos en los refugios linderos.
No había paredes ni cielo raso trabajado con ornamentaciones de las mil y una noches. Pero se dibujaba perfecta en el cielo la constelación de Orión, reconocimiento mitológico al amor de Orión y Artemisa malogrado por la envidia de Apolo, que engaño a su hermana para que ella matara en una confusión a su amado.
No había nada de lo que los cuentos rosas enseñan. Pero estaban las simplezas más fundamentales de la vida. El río que fluye sin parar. La brisa que te duerme y te despierta. El cielo testigo de promesas, ruegos y maldiciones. La tierra que nos sostiene y alimentaremos al morir. Los amigos, trabajadores, amantes y perros.
Era la vida, tan simple y desnuda que nos seduce a contar miserias, tristezas e ilusiones. Y lo hice repartiendo mis ojos entre el negro del cielo y el de sus pupilas tristes. Mientras tanto, mi piel se erizaba entre sus caricias y las de la brisa estival de madrugada. De ahí en más nada fue igual.
Un cóctel de miedos, cobardía, incompatibilidades y distancia hirieron los capítulos siguientes de esa historia. Pero las imágenes de esa noche quedarán en el tiempo y enriquecerán nuestros sueños, como un faro en los laberintos de la vida.

jueves, 10 de junio de 2010

La lucha por ella

Lo que nace de un día recibir una sonrisa y otro una mueca de indiferencia. Lo que surge de un día hacerle olvidar a alguien tristezas pasadas para al otro verla contenta porque volverá con quien la opaca. Lo que resulta de despertar sonrisas de juventud en quien adora mirar el pasado que la envejece.
Todo eso no genera resignación ni bronca; trae incertidumbre, por el reto que enfrentamos. El desafío de rescatar a alguien de ese laberinto, aunque después nos rechace abiertamente en su vida. Es un reto personal por salvar una persona mostrándole otro mundo posible, aunque ella después no lo tome.
En definitiva, lo que haremos es para ella pero por nosotros. Para un día no recriminarnos que podíamos hacer algo por su sonrisa, por sus mejillas enrojecidas por lágrimas, por su cuerpo tiritando en el invierno. Aunque ella después cuando esté recompuesta desande sus pasos; o rechace nuestro mundo de pequeñas cosas por otro distinto.
Aunque haya que pelear contra molinos de viento no está mal ser quijote. Y hacer guerras con espadas de madera. Y entregar rosas a quien sólo ve cardos. Nos sumirán el miedo y las dudas.
Es más importante el juego de incertidumbres por alguien que la certeza de esperar a nadie.
Se trata de hacer uso hasta del último derecho para obtener el privilegio de tenerla a nuestro lado.

miércoles, 9 de junio de 2010

Precio de resignar

El amor se asocia con la lucha
traducida en entrega diaria
y renunciamientos voluntarios.
Pero centrarlo ahí quita el placer
de ser feliz por lo que se recibe
con la presencia y los abrazos
que desgarran la rutina en besos.
Se trata de no vivir por y para otro
sino por ambos complementados
cada mañana, atardecer y noche.
Aunque fijar medidas no sirve
para determinar luchas estériles
un reloj interno nos las marca
cuando somos rueca en la nada
al resignar tiempo, sueños y vida
desempolvando ideales truncos.
Es difícil regar árboles de antaño
que fueron arrasados por otoños
resecados por inviernos de soledad
y olvidó sucitar la primavera.

martes, 8 de junio de 2010

Trabalenguas por tí


Te necesito tanto que no necesito más que tus necesidades para ser necesario.
Te espero tanto que no espero de la vida otra esperanza que no sea que me esperes.
Te cuido tanto que no cuido mis descuidos por cuidarte en mis excesos de cuidado.
Me importas tanto que no me importa nada por llegar a importarte como algo importante.
Te extraño tanto que no extraño lo extraño de no extrañarte.

lunes, 7 de junio de 2010

Soy



Abogado defensor de causas perdidas.
Firme suicida ante amores imposibles.
Buscador de tesoros ya sepultados.
Alquimista de miradas de ilusiones.
Respetuoso del pasado y sus valores.
Paladín de las personas bien paridas.
Bufón de los que a todo ponen precio.
Vocero de locuras en la razón hipócrita
Guerrero de batallas sin conquistas.
Amigo de los perros en calles desoladas
Confesor de derrotados y falsos ganadores
Payaso ladrón de sonrisas escondidas
Niño asustado buscando manos de madre
Escritor de mensajes en botellas de barra.
Sembrador de esperanzas en el desierto.
Cosechador de flores en los inviernos.
Luchador de un mundo de fantasías.
Portador de rosas robadas en la noche.
Repartidor de chocolates en el frío.
Glosador de versos a las luchas diarias.
Escultor de un cincel hecho de caricias.
Cultor de las miradas que no esquivan.
Sanador de corazones en desmayo.
Escalador de montañas de picos al cielo
Custodio de golondrinas en primavera
Devoto de las carcajadas de niños.
Descubridor de duendes donde hay fantasmas.
Todo eso y mucho más puede ser poco.
Mejor guardarlo entre siete llaves.

Lunes sin ella y por ella

Otro lunes con la semana de mochila, aunque la tenga por delante. Para colmo no pude casi dormir. Menos de cinco horas separan mis vigilas; el tiempo de los sueños, en los cuales también volvió a estar ella.
La soñé recostada en mí. Su pelo negro como las sombras de la vida revuelto y sin tapujos de superficialidades, sólo dando calor a mi pecho en este prematuro invierno; mis brazos por una noche dejaban de hacer sólo gimnasia para hacerse fuertes cubriendo su desnudez. Me vi acariciando la perfección de su alma, pues es ella la que tirita aunque su cuerpo deseado se abrigue en lujos.
Pero es lunes. Y a los ojos hinchados de dormir poco soñando bien se suma el dolor de garganta. Maldije las anginas y mientras tomaba mates me clavé una píldora de diclofenac. Al salir a la calle recordé que esa pastilla es un reconstituyente ligamentario y muscular; y que poco y nada haría a mi afección. Mientras me hacía la idea de que la garganta era un músculo para no renegar, iba comprendiendo que tengo la cabeza en otra parte.
Tengo la mente puesta en ella, en sus deseos, sus frustraciones, sus tristezas, sus ansias de libertad, su calidez de niña encerrada en el cuerpo de mujer. Por ahora sólo cuido de ella en sueños. Mientras contengo las ganas de tenerla a mi lado, trato de asumir que es lunes.
Debo comenzar la semana pidiendo que ella esté bien y soñando que un día amanezca a mi lado. Ese día no importará que sea lunes.

domingo, 6 de junio de 2010

La sonrisa robada




Entre el humo del cigarrillo y el hedor de la cerveza que signaban el bar, los rayos de neón descubrieron unas pupilas verdes alojadas en unos ojos rasgados. Absorto por su magnetismo me acerqué a tientas, forcejeando entre el gentío. Cuando llegué a su lado ví que esa mirada era acompañada por una cara cuyos ángulos marcados no le quitaban un ápice de su origen angelical. Enmarcaba su rostro un lacio rubio que le llegaba a mitad de la espalda doblada por su postura a disgusto.
Al pararme a su lado noté que su vista única estaba perdida entre lo que quedaba del escenario por desarmar y el vidrio empañado que ocultaba lo que pasaba afuera. Era un cuerpo sin alma: una tierra sin puerto para desembarcar cualquier barco.
Aguardé que un amigo hiciera el trabajo de entrar en conversación con la morocha que estaba al lado de la rubia distante y hermosa. Una vez hecho el puente, entablé una conversación signada inicialmente por trivialidades y después por cuestiones más profundas, o por lo menos que salieron de la temática de nombre, signo, trabajo, lugar de residencia, estado civil, etc.
Fue ahí cuando merced a algunas ocurrencias producto de la ingesta de cerveza y el estado de ánimo, se dibujaron en su rostro varias sonrisas, que rápidamente desaparecían para que sus músculos de la cara cerraran filas en un rictus duro. Me quedé observando detenidamente la distensión en su cara al reírse, y entonces ella me dijo “puedo hacerte una pregunta”, a lo que le respondí un “por supuesto”, y disparó “siempre mirás así a la gente?”
Yo me quedé pensando un segundo y le respondí “no lo sé, hace tiempo nadie me dice nada de mi mirada, no reparo en ella más”.
Me miró, volvió a sonreír y decidí que me había ganado el derecho a preguntar yo, y ella lo aceptó, y le indagué “por qué no te reís más, tus ojos verdes brillan cuando lo hacés?”. La respuesta me dejó helado como la noche: “no sos la primera persona que me lo dice. De adolescente reía mucho, y hace tiempo han pasado muchas cosas en mi vida y no sé por qué, pero ya no lo hago como antes”. Y bajó la cabeza, como quien ha confesado un pecado. Para volver enseguida a la defensiva, irguiéndose para evitar cualquier consuelo. Entendí la raíz de los males; y me dí por satisfecho.
La madrugada terminó con la clásica promesa de tal vez un día volver a vernos, aunque más no sea por accidente en la misma barra. Afuera, encogí los hombros y dí vuelta el cuello de la campera para paliar del frío, y empecé a caminar. Por dentro no podía dejar de maldecir a quien o quienes encarcelaron en la prisión del miedo a esa hermosa sonrisa.
Pero después comprendí otra cosa. Ella había logrado salvar del naufragio su mirada, que albergaba un verde esperanza que no pudieron quitarle ni las traiciones que le encadenaron sus labios ni las que mentiras que agotaron sus lágrimas. Ella iba a ganar la pulseada.
Después, recordé que uno también ha quitado sonrisas a hermosas personas. Y que otros en su camino se las habrán devuelto. Es parte de la vida.


Ismael Serrano: Cien días

sábado, 5 de junio de 2010

Plegaria al lma


Ella tiene un altar de ofrendas a su cuerpo
y yo le regalé una plegaria a su corazón
por lo que ha de pasar mucho tiempo
hasta que le encuentre un pequeño lugar
al humilde presente entre tantos lujos.
Acostumbrada a las loas a sus curvas
y al desborde de las hormonas a su paso
un signo de interrogación le surgirá
si le escribo a sus ojos, voz y ángel.
De ahí se entiende que me llame raro
cuando no le he hablado a su cuerpo
si total le sobran tributos y halagos.
Debe saber que le escribo a su alma
falta de caricias en la noche fría.
Debe saber esa niña en picardia
que el día que le hable a su cuerpo
no lo haré en versos y metáforas
sino cerrando mis brazos y labios
sobre su figura ponderada pero no amada.
Ella tiene un altar de ofrendas al cuerpo
y yo le regalé una plegaria a su corazón
algún día le hará un lugar a ese ruego.

viernes, 4 de junio de 2010

Revelaciones ácidas



-Lo mejor de que te guste una persona es que también le gusta a otro y ese otro también le gusta a la persona aludida. Subordinación y valor como decían los milicos.

-Amor a la distancia es como perfume sin fragancia. Dice una cosa pero hay que poner mucha voluntad para sentirlo y más aún para disfrutarlo.

-Si es verdad que quien te cela te ama, cualquier idiota afectado/a por inseguridades puede hacernos creer que nos ama.

-Si es mal visto comportarse como un chico, molesta tomarse todo en serio y desaconsejan la eterna adolescencia, el único camino que queda es volver al útero o asumirse anciano, que a veces es lo mismo.

-Cómo se describen los vacíos con palabras ampulosas si no hay nada en ellos? Del mismo modo en que se acaba el amor, al verse algo tan grande que se marchita lentamente.

-Si donde hubo fuego cenizas quedan cuál es el motivo para reintentar historias pasadas? Las cenizas nunca reavivan llamas, pues sepultaron hasta las brazas que podrían despertar algo.

-Los adioses largos prolongan la agonía. Y los adioses cortos fingen una despedida para no comenzar la agonía.

-Siempre es bueno algunas canas. Siempre es bueno un poco de entradas. No está mal un poco de panza. Las arrugas son experiencia....Todo para no hablar de resignación.

Salir

Entrega la vida en cada abrazo. Se le va el alma en cada despedida. Sus labios son flores que pugnan ser regadas en saliva. El vacío la corre como un fantasma. Ruega un pecho y hombros para recostarse. Y en la muerte del invierno, hallar la primavera en unos brazos; para resucitar cada mañana, y sonreír de cara al sol.
Está inmersa en una sombra más oscura que la noche. Su cuerpo tirita entre sábanas frías y no concilia el sueño. Estruja una almohada para evitar llorar. Añora un recuerdo de lo que nunca ocurrió. Y tal vez ya nunca ocurra.
Es perfecta pero se siente incompleta. Ella no sufre por una persona. Llora por un ideal. Cuando lo entienda, habrá terminado la noche de desvaríos. Los primeros rayos de sol se colarán por la ventana para esculpir su cuerpo. Otros brazos la estrecharán. Otro aliento regará sus labios. Otros ojos retratarán la sonrisa perdida. Un futuro la espera.

jueves, 3 de junio de 2010

Seguir

Como aquellos barcos de papel
Que zarparon en alcantarillas
Cuando la inundación golpeaba
Las puertas de nuestras casas
Para salvarnos de la escuela
Llega un día en que la entrega
De chocolates, rosas y besos
Es flota de naves a la nada
Despedidas por los pañuelos
Húmedos de llantos pasados.
Quizá sean en vano las flores
Que sobrevivan inviernos
Para quien quiere un jardín
De recuerdos anhelando
Que todo no esté marchito
Como los barcos hundidos
En alcantarillas del tiempo.
Otras esperanzas le pedirán
Lo que ella aún no puede dar
Por rendir culto al olimpo
De los dioses del pasado.
Si todo esfuerzo es inútil
Frente al amor del regreso
No estará mal la batalla
Pues será logro el proceso
De arriesgarme cada día
Con el destino incierto
Como bandera en la proa
Y el viento a la espalda
Como condena para seguir.

miércoles, 2 de junio de 2010

Mírame

Mírame y ódiame si quieres
Pero no esquives mis ojos
Tan ávidos de los tuyos.
Mírame y maldice tal vez
Cada momento conmigo
Pero anímate a verme
Pues soy lo que hiciste
Aunque no lo buscaste.
Bájame de los sueños
De tenerte en mis brazos
Con un no de tus pupilas
Pero que lo griten firmes
Y no en huidas a rincones.
Grítame desprecio y hastío
Graba desdén y cansancio
O hasta fría indiferencia
Pero mírame al hacerlo
Y ya no buscaré los faros
Que te guiaron hasta aquí.
Sólo un trato de propongo
Si vas a lanzar la flecha
Del rechazo hasta lo hondo
Hazlo firme y decidida
Con el arco de tus pestañas
Y ya no estaré en tu senda.

“Nunca soporté ser un alma invadida
Hasta que ví junto a mí
Por quien yo moriría”…”Flor de loto”, Héroes del silencio

martes, 1 de junio de 2010

Juego y batalla




Me gusta escuchar tu halo de voz
ya sin fuerzas en la madrugada
aunque más no sea en un teléfono
con mil excusas para no cortar
y las disculpas por molestarte.
En esta guerra todo es desigual
pero no evitaré ni una batalla
aunque me espere la derrota
agazapada en tus ojos negros.
Yo en mi bando estoy soñándote
y tú en el tuyo tramas volver
a un pasado tal vez sin sentido.
"El que no arriesga no gana"
dices con desafío y picardía
pero tal vez tu fina espalda
no guarde alas de angel soñado
sino puñal con filo de rechazo.
Con firme andar de pavo real
congelas miradas y bostezos
pero tu plumaje es un refugio
que esconde a la niña doliente
que tampoco quiere arriesgar
pues es mejor malo conocido
que un bueno que te enamore
si la idea es cuidarte de sufrir.
Una noche de estas las reglas
de este juego endemoniado
las cambiaré de una patada
al tablero de sendas por hacer
y no serás la niña con miedo
que emprende huida al pasado
pues habré cercado las salidas
con mis brazos a tus flancos
tras tu espalda sólo la pared
por delante una rosa de espada
y mis labios como escudo
para librar sinigual batalla
sin vencedores ni vencidos.