Hombres o mujeres, da igual. Pobres las personas que no saben que son lo que valen. O entienden valer lo que llevan puesto o el costo de los lugares que frecuentan. Se cocinan en su salsa de ignorancia. Disfrutan las caricias de sus prendas caras y son felices cruzando ojos de deseo pero esquivando miradas sinceras. No saben hablar, apenas balbucean el diccionario del lujo vacío. Disgustados porque se descoce una costura de su tapicería pero desatentos a los dolores que los desgarran.
Tienen todo y lo muestran rindiendo tributo al reino de la nada. Jamás entenderán que "el lujo es vulgaridad", como dicen los Redondos.
Para saber más, "Chicos de plástico", de Ricardo Arjona
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