El eclipse es un instante en el que se unen la luz y la oscuridad. Puede entenderse como el cruce de opuestos pero también como la unión complementaria de estos. El ying y el yang de los orientales; lo bueno y lo malo de los indios americanos; el cielo y la tierra de los primitivos maoríes... O lo cóncavo y convexo con lo que soñamos. Instantáneas de un mundo perdido, utopías, logros y fracasos, dialogan en estas historias mínimas de esperanzas grandes.

miércoles, 16 de junio de 2010

Abajo los analistas

No estudian pero ejercen su rol con profesionalismo de letrados. No se perfeccionan pero trazan análisis con la perfección de compás y escuadra. No se sabe cómo se reproducen. Pero proliferan cada vez más. Se trata de los analistas de la vida. Aquellos que a todo le buscan una explicación racional o un trasfondo.
Para estas personas tan especiales, si algo es difícil de dilucidar o las cosas no cierran, se conjetura, se proyecta, se estima, se calcula en base al sentido común, etc. Y finalmente se concluye una hipótesis cerrada y con firmeza, de carácter inapelable.
Vayan algunos ejemplos para comprender la dimensión de la situación.
Un hombre le cuenta a un amigo analista de la vida sobre un acercamiento que tiene con una joven bella, cautivante y madura a la vez. “Lo que pasa que si es muy chica para vos viste, mentalmente tarde o temprano se te va a complicar para armar una familia, son chicas difíciles”. Luego de sembrar la duda, el riguroso se va y el soñador siente que le han “tocado” el barco en la batalla naval de la vida.
Al poco tiempo el mismo hombre le cuenta a su amigo que conoció una mujer grande, bella y con hijos. El analista de la vida le dice “y eso tiene más color, pero fijate que si ya tiene hijos, separada, no quiere saber más nada con una familia, es difícil”. El observador se va y el soñador siente otra bala en la proa de su resentida flota.
El hombre al que le jaquearon sus últimos movimiento se cree con autoridad de preguntarle al analista sobre su vida personal. La creía consolidada y con proyección de familia como él predicaba. Llamativamente, el analista le dijo “no yo estoy ahí con la flaca, y familia ni en pedo”.
El soñador se sintió idiota y por momentos quiso responderle con la clásica frase “Y ahora me lo venís a decir”, inmortalizada por Juan Peruggia, el galancito en decadencia que personifica Gastón Pauls en la tira “Todos contra Juan”.
Mientras mascullaba bronca frente a los que analizan o juzgan la vida de los demás para no preguntarse si son felices en la propia, el hombre decidió dejar de lado a sus amigos y pensar en el sexo opuesto.
Piensa en la chica que le gusta. Ella llevaba casi seis días sin responderle mensajes de texto, chat ni e-mails. El se asumió olvidado y decidió dejar de molestarla. Entonces ella le pregunta si está “raro”, cuando quien lo ignoraba era ella.
Piensa en la persona que no olvidará, que le reprochó un regalo por el supuesto “significado” o “símbolo” que tenía, y en el cual él no había reparado, y que le hacía mal a ella.
Entendió que las dos tenían una dosis de razón en increparlo. Pero a su vez, había hecho lo correcto en ambos casos. Lentamente iba comprendiendo que estaba ante otro tipo analistas de la vida, aunque sin una actitud tan grotesca como la de su amigo. Se trata de aquellas personas que en cada gesto encuentran un significado o símbolo, y si no lo tiene, lamentan la inocencia de quienes hicieron el gesto pero no pueden perdonar, pues las conclusiones son inmodificables como suma algebraica.
Si a cada relación de pareja hay quienes la tratan de ubicar en moldes de conveniencia y racionalidad sostenidos en estereotipos que ni ellos se creen; si a cada distanciamiento obligado le buscamos una explicación que no sea lo hecho por nosotros mismos; si en cada regalo hay símbolos subliminales; si a cada error ajeno muestran con suficiencia que ellos saben lo que quieren; si en cada paso debe haber un camino decidido. Se olvidan de que una pareja es una pareja, y no un medio para cumplir mandatos sociales o herencias familiares. Que caminar es hacer camino y no recorrer huellas que fijan otros. Que la única condena aceptable en el sistema de penas del mundo, es la condena a ser libre. Y que nos brindamos con ojos cerrados si no analizan nuestros gestos; pero si cada paso merece una explicación, nos cegarán en la entrega.

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