El eclipse es un instante en el que se unen la luz y la oscuridad. Puede entenderse como el cruce de opuestos pero también como la unión complementaria de estos. El ying y el yang de los orientales; lo bueno y lo malo de los indios americanos; el cielo y la tierra de los primitivos maoríes... O lo cóncavo y convexo con lo que soñamos. Instantáneas de un mundo perdido, utopías, logros y fracasos, dialogan en estas historias mínimas de esperanzas grandes.

jueves, 15 de julio de 2010

Sacrificio



Comienza el atardecer. Las luces de neón son única custodia de abandonos, arrepentimientos e injusticias. Un niño tirita en el pórtico de un banco. Entre cajas de cartones desgarradas, basura y ropa en desuso está como si jugara a las escondidas. Pero en este juego nadie lo descubre; todos lo ignoran.. .Y la cuenta de sus rostro oculto entre manos sucias parece no terminar; como los sueños de otro mundo posible.
Cerca de esa escena, un local de electrodomésticos promociona lo último para estar “conectados con el mundo” y “saber todo al instante”. Hay que estar en Facebook, estar pendiente de Tweeter, tener nombres de preferencia registrados en alertas en Google y Youtube, saber lo que pasa en Netlog o Badoo, y no olvidarse de revisar Hi5 y de pasada el Metroflog. Hasta el gobierno también rinde tributo a las nuevas tecnologías de información.
De vuelta en el banco, la bandera nacional de la entrada flamea como vigía de la ignominia. El niño no sabe del Face, los microbloguin y películas en 1080p, y no conoce otra alerta que la de su panza y sus manos moradas en el tiempo que no pasa. Tal vez un día la insignia patria le dé un pésame. Y tal vez a pocos le importe. Total pasó a pocas cuadras y está la autopista de Internet para viajar a otro lado. Otro sacrificio en el altar de las representaciones simbólicas creadas para huir del mundo real.

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