El eclipse es un instante en el que se unen la luz y la oscuridad. Puede entenderse como el cruce de opuestos pero también como la unión complementaria de estos. El ying y el yang de los orientales; lo bueno y lo malo de los indios americanos; el cielo y la tierra de los primitivos maoríes... O lo cóncavo y convexo con lo que soñamos. Instantáneas de un mundo perdido, utopías, logros y fracasos, dialogan en estas historias mínimas de esperanzas grandes.

lunes, 19 de julio de 2010

¿Desde cuándo que un juez no cumpla la ley es una opción?




Ya van dos casos y vendrán más. Por una sencilla razón. Gran parte de los jueces argentinos son de familias patricias y tradicionalmente católicas. Y no aceptan que ellos y otros tantos reaccionarios “la tienen adentro”. Que un día los gays y lesbianas dejaron de ser objeto de estudio y estigmatización para ser sujetos de derecho. Matrimonio igualitario. ¡Cómo les duele!

Parece que muchos jueces actúan como lo hacían los delegados de la corona española en el virreinato de La Plata en la época de la colonia. Cuando había una medida europea que no los convencía, ya sea política o impositiva, tenían una postura tácita que se resumía en el apotegma “se acepta pero no se cumple”.

Es así como, primero en La Pampa y después Entre Ríos, aparecieron los hidalgos voceros jurídicos del “orden natural” que pregona la Iglesia y una sociedad pacata. Curiosamente, fueron una mujer y un hombre de registros civiles los que se pronunciaron en contra de cumplir con la nueva ley; parejita ideal en términos canónicos, macho y hembra como Dios manda, Eva y Adan como reservistas ante una sociedad enferma.

Pero hay un principio que sostiene la democracia. De nada sirve el derecho instituido en el papel o declarado en cónclaves de buenas voluntades, sino se puede consagrar en el ejercicio. Las libertades no pueden descansar en las bibliotecas ni en incisos de doble interpretación en leyes de mil artículos. Sólo existe el derecho consagrado en el ejercicio sin trabas. Y el Estado como máxima representación articulada de una sociedad debe velar por ello, con todos sus instrumentos, mecanismos y garantías.

De poco sirve la Declaración Universal de los Derechos del Niño y sus derivaciones en la Constitución si a la vuelta de la esquina aumentan los que pibes revolviendo basura. Por esto, el Estado, transversal a un orden social injusto, crea organismos, planes y programas sociales para atemperar o reparar esta situación, con éxito diverso. En el área de la seguridad ocurre algo similar.

Mientras tanto, los otros trámites de rutina que hacen a la sociedad, como los lazos de familia, uniones y desuniones, corren por otro camino, propio del procedimiento administrativo corriente del Estado. Si uno se quiso casar y después divorciar, no hubo un plan especial del Estado abocado al problema; y lo hizo como trámite corriente, sin que la situación se convirtiera en objeto de estudio nacional. Hubo empleados en un Registro Civil que tomaron los trámites, llenaron las planillas, otros en un hospital que tomaron análisis a los contrayentes y finalmente un juez o jueza que firmó los documentos y un acta matrimonial. Ninguna empleada de Registro dijo que al ver a un joven muy lindo con una muy fea no correspondía casarlos o viceversa; fue parte de charla pero no una traba explícita.

En definitiva, se trata de derechos consagrados en la rutina del procedimiento administrativo; pero claro, los cancerberos de la moral no pueden naturalizar lo “antinatural”. Pero lo que es peor, el sistema por ahora lo permite. “En mi juzgado yo no los autorizo. Pero el resto de mis empleados pueden hacerlo y los casarán. Pero no pueden obligarme a mí a traicionar mi conciencia”, dice descaradamente un juez para anticipar el rechazo a un matrimonio entre gays o lesbianas. Aguardan a que se reglamente la ley con sus respectivas sanciones a los magistrados y buscar algún resquicio; no sólo para resguardo de su conciencia sino para obligar a los interesados a recurrir a presentar un amparo judicial, reclamar y ser nuevamente objetos de estudio del sistema.

Para estos jueces, hay que estigmatizarlos aun después de que recibieron el derecho a casarse. Tal vez crear un ministerio para reencauzarlos o programas para sus derechos vulnerados. Es el castigo por ser homosexuales. Por haber elegido mal. Por ser anormales y no querer corregirse fingiendo lo que no son, casándose con quien no aman o teniendo hijos para redimirse. Por no aceptar a vivir como los “Amores imposibles” que canta Ismael Serrano.

¿Desde cuando cumplir la ley es una opción?


(Artículo publicado en el sitio www.infosigma.com.ar)

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