
Con el agua de los diques
que abrieron con encono
unas manos para ahogarme
más la tierra que lanzaron
con ansias de sepultarme
y las piedras que arrojaron
para lapidar mi esperanza
hago murallas de fortaleza
con ornamentos de perdón
pero sin la pátina del olvido.
Las mil burlas y el escarnio
que mis espaldas cargaron
no hacen doblar mis rodillas
como las promesas vanas
que laceran el amor propio
no doblegan ni postergan
la columna de la dignidad.
La vida me invita a soñar
en el vaivén de un columpio
pero siempre me empuja
en el envión de la muerte
donde tal vez me suelte.
Una mano tomé una noche
para atemperar mi ceguera
y entre los primeros pasos
me soltó en plena deriva
y la busco con denuedo.
Quiero que no haya destino
más que mi paso al andar
pues me demuestra a diario
que a la vera del camino
da lo mismo sembrar rosas
que cultivar mil ortigas
cuando se juntan espinas.
Pero igual he de creer
en mi recorrida en furia
que una flor de algún verano
soportará el viento de otoño.
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