El eclipse es un instante en el que se unen la luz y la oscuridad. Puede entenderse como el cruce de opuestos pero también como la unión complementaria de estos. El ying y el yang de los orientales; lo bueno y lo malo de los indios americanos; el cielo y la tierra de los primitivos maoríes... O lo cóncavo y convexo con lo que soñamos. Instantáneas de un mundo perdido, utopías, logros y fracasos, dialogan en estas historias mínimas de esperanzas grandes.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Resistir


Como sólo el que paladeó el sabor del fracaso puede sentir el gusto del triunfo, también únicamente el que masticó la derrota del abandono por desamor, puede apreciar la compañía del amor plasmado en entrega. Es el ying y el yang. No se puede saber si realmente se disfruta de algo que se cree amor si antes no se lamentó la pérdida de eso.
La plenitud es la respuesta al vacío, que no desaparece sino que sigue latente reconfigurado en otras formas.
El vacío de nuestras almas descansa a la sombra de los silencios de la persona que está a nuestro lado, dormido en los pliegues de su piel sudorosa, y a veces juega a agrandarse con la lupa de una pupila dilatada por lágrimas de madrugada. Por eso el día que esa persona se aleja de nuestro lado, se produce una respuesta dilatada. Un “deja vu” de lo ya vivido y negado al calor de unos brazos que se van; heridas que habían sido curadas por unos labios vuelven a sangrar con las agujas del reloj rociándoles sal.
Se agolpan los recuerdos de los juegos de niño, en que una mala caída de dado nos devolvía al punto de partida. Vuelta al casillero de los fantasmas alojados en las paredes de una habitación convertida en cárcel; del hacer sin esperar nada pues nadie te espera; del esperar sin hacer; de miradas resignadas en lunas perdidas; de brumosos atardeceres de domingo; de calmar la desazón en el trabajo; de añorar un pasado que tal vez no sucedió; y soñar un ideal en el regazo de la utopía.
“Si arrastré por este mundo/la vergüenza de haber sido/y el dolor de ya no ser”, reza el tango que refleja cierta denigración de amor propio herido por abandonos y traiciones.
Pero no hay amor a otro si no hay amor propio; y nadie pudo amar a quien no demostró que se ama y respeta a sí mismo, aun en la adversidad. Por esto, si se amó a una persona y ella se fue de nuestro lado, la mejor forma de honrarla es que el lamento del amor no correspondido devenga en aceptación de la distancia, en disfrute de la soledad y en convertir la herida en cayo.
Necesitas esas manos que no están pero tienes las tuyas para luchar. Anhelas esos profundos ojos para reflejarte pero tienes los tuyos para buscar caminos y para llorar cuando no los halles. Añoras su lengua en besos de pasión pero tienes la propia para lamerte como el noble buey. Si tan malherido estuvieras, aprende del perro, que cuando agoniza se arrastra a los pastizales para morir en silencio y sin ser carga para quienes lo amaron.
No culpes a nadie por tu abandono si es una prueba. Ni te lamentes por las burlas recibidas. Sé fuerte en silencio y grita tu prepotencia en la calle. Si debes llorar hazlo en los sueños para que nadie se entere; pues nadie consuela al débil que dejó su alma en unos brazos y su corazón en unos ojos que buscan otro destino.

1 comentario:

  1. Precioso...
    Hoy más que un beso, que como siempre va de camino, te brindo un abrazote enorme, de estos que necesitamos de vez en cuando y que, a veces, nos cuesta tanto encontrar!

    Cuídate mucho

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