Al viejo le dolían los huesos;
sus rodillas flacas y espalda curva
arrastraban setenta inviernos largos;
en su niñez supo poco de amor
y en su adultez fue entrega total
con responsabilidad y valores.
Por eso con lo que le quedaba
de fuerzas antes del último viaje
me demostró lo que es pelearla
aunque sólo espere la parca
abrumado en nada y nostalgias.
Desde ahí si en cuatro paredes
purgo condena a mi soledad
o en sábanas frías la recuerdo
pronto me rebelo con la rabia
del amor entendido en lucha
para buscar revancha en ella
sepultando los llantos de niño
hasta cumplir sueños de hombre.
Me han entrado ganas de luchar de nuevo, de heredar con este poema un poco de la vitalidad marchita del viejo...
ResponderEliminarMe alegro entonces. Hace tiempo no escribía y me hace bien saber el aliento.
ResponderEliminarComo siempre tus escritos entrañables. Te extrañaba. Besos
ResponderEliminarMuy bueno. Toda una casualidad encontrar este sitio.
ResponderEliminarSaludos.